Mateo 18, 13
¿Más alegría por encontrar una oveja perdida que por las noventa y nueve que no se descarriaron? ¿Acaso no quiere Jesús que seamos obedientes?
¡Claro que sí! Por supuesto se alegra por nuestra obediencia y fidelidad; pero también quiere hacer por nosotros lo que estaba tratando de hacer por los dirigentes religiosos de Israel cuando les contó esta parábola: enseñarnos a estimar lo que él valora.
Por supuesto que Jesús nos ama y nos aprecia a cada uno de nosotros; pero cuando se trata de aquellas personas inestables, confundidas o sumidas en el pecado, tales personas le inquietan de manera especial, pues no quiere que ninguna de ellas se pierda. Tampoco desea que nosotros, sus discípulos, nos desentendamos de ellas, sino más bien que compartamos con esas personas el amor, la fe, el tiempo y los recursos materiales con los que él nos ha bendecido.
Esta llamada a dar atención a quienes andan deambulando por el mundo suele requerir que hagamos dos cambios en nuestro entendimiento. Primero, que adoptemos la “mirada” de Jesús, para que realmente “veamos” a las personas que se han alejado. Es fácil vivir en el mundo de nuestros propios intereses, sin preocuparnos de quienes no son amigos ni conocidos.
Luego, que adoptemos “el corazón” de Cristo para pasar del juicio a la compasión. Por lo general, tendemos a mirar a quienes parecen indiferentes, desorientados o encerrados en sí mismos y tratamos de razonar que deben tener fallas de carácter que los han llevado por un camino erróneo. Pero si no cambiamos la actitud de crítica por una de respeto y buena voluntad, no podremos ayudarles a acercarse al Señor.
Reflexiona por un momento para reconocer cómo consideras tú a aquellas personas a quienes normalmente juzgas con dureza, ya sea todo un grupo o un tipo de personas, como los “recaudadores de impuestos”, que eran molestos para los fariseos en los días de Jesús, o solo una o dos personas que tú conoces. Pídele a Cristo que te perdone por las actitudes negativas que tengas y dile que deseas aprender a aceptarlos y demostrarles amabilidad.
“Amado Jesús, cambia mi forma de pensar y enséñame a buscar y salvar lo que estaba perdido.”
Isaías 40, 1-11
Salmo 96(95), 1-3. 10-13
Fuente: Devocionario católico La Palabra con nosotros
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