Mateo 9, 30
“Ver” es la idea esencial de todas las lecturas de la Misa de hoy. El salmista expresa su confianza de que vivirá lo suficiente para ver la bondad de Dios (Salmo 27, 13). Isaías predice que “los ojos de los ciegos verán” (Isaías 29, 18), y Jesús cumple esta profecía restableciendo la vista a dos ciegos. Tal vez deberíamos hacer del tema de la vista una de nuestras oraciones de Adviento: ¡Señor, abre nuestros ojos, ayúdanos a ver!
Dios nos abre los ojos para ver su presencia de dos maneras básicas. Primero, nos muestra quién es él y, segundo, nos muestra cómo actuar.
No es difícil darse cuenta de que Dios nos ha abierto los ojos de diversas formas y lo ha hecho para que veamos quién es él: Por ejemplo, recuerda un día en que saliste a caminar y te sentiste lleno de alegría y esperanza al pasar junto a un hermoso jardín de flores; o cuando te pareció que tus preocupaciones desaparecían al cargar a tu nuevo nietecito; o bien, cuando tuviste un tiempo de paz en adoración frente al Santísimo Sacramento y te pareció adquirir una nueva percepción de tranquilidad, alegría o satisfacción.
En cuanto a abrir los ojos al realizar obras o trabajos, tal vez el Señor te ayudó a encontrar la solución a un problema difícil que tenías; te hizo ver cómo lidiar con un empleado conflictivo, o te dio un nuevo entendimiento de cómo abordar un dilema con tu hijo, y de repente te sentiste inspirado y con una profunda confianza en el amor de Dios y su deseo de cuidarlos a los dos. Incluso puedes haber percibido una nueva sensación de comprensión y compasión por aquel que te ofendió o hizo daño y finalmente pudiste encontrar la paz y la fuerza para perdonarlo.
Todos estos ejemplos, y muchos más, tienen el potencial de abrir los ojos para ver la mano de Dios que actúa en tu vida. Poco a poco, si te mantienes atento a estas inspiraciones del Espíritu Santo, encontrarás que en tu interior van creciendo la esperanza y el entusiasmo; se fortalecerá tu fe y te convencerás cada vez más de que no estás solo.
Dios quiere que tengamos los ojos abiertos para “ver” su presencia en nosotros, y para que veamos a los demás y a nosotros mismos de la manera como él nos ve. Así que oremos en este Adviento pidiéndole al Señor:
“Señor y salvador mío, abre mis ojos y ayúdame a ver.”
Isaías 29, 17-24
Salmo 27(26), 1. 4. 13-14
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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