jueves, 6 de diciembre de 2018

Meditación: Salmo 118(117), 1, 8-9, 19-21,25-27

Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia
Salmo 118(117), 1

Para muchos niños, hoy es un día especial. En la víspera de la fiesta de San Nicolás, dejan los zapatos fuera de la puerta del dormitorio antes de acostarse, y a la mañana siguiente encuentran regalitos en ellos. ¡San Nicolás los ha visitado!

El verdadero San Nicolás nació en el año 270 y sus padres, que eran acomodados, murieron a causa de una epidemia cuando él era joven. Educado por un tío que era monje, Nicolás finalmente fue ordenado sacerdote. Pasó varios años como peregrino en Tierra Santa y cuando regresó fue consagrado obispo de Myra, ciudad del suroeste de lo que hoy es Turquía. Fue un valiente defensor de la divinidad de Cristo durante el Concilio de Nicea, y murió el 6 de diciembre de 343.

A través de los siglos han llegado incontables historias de la admirable generosidad de San Nicolás, una de las cuales dice que le ayudó a un hombre pobre para que sus tres hijas tuvieran una dote suficiente para casarse. Sin dote, no podrían casarse y posiblemente acabarían por tener que ganarse el sustento como prostitutas. En tal circunstancia, una noche Nicolás arrojó una bolsa con monedas de oro por la ventana de la casa del hombre para que se casara la mayor, y repitió lo mismo con las otras dos hijas cuando éstas llegaron a la mayoría de edad. Así comenzó la tradición de que San Nicolás daba secretamente regalos a los niños.

¿Cómo podemos ser nosotros una bendición para otras personas como lo fue San Nicolás? Podemos hacerlo siendo lo más generosos que podamos, imitando el hábito de San Nicolás de dar de sí mismo a otros mediante actos de amor, compasión y amabilidad. Cada día, Dios nos ofrece oportunidades para bendecir a otros y dar de nosotros mismos. Cada día, nos invita a compartir su alegría siendo generosos con sus hijos.

Dios ha sido muy magnánimo contigo, hermano, en muchos sentidos. Hoy, en respuesta a esa generosidad, pídele al Señor que te abra los ojos para ver las necesidades que hay cerca de ti y lo mucho que él te ha bendecido. Luego deja que el amor y la gratitud por estas bendiciones fluyan de ti hacia otros para reanimar a los afligidos, los pobres, los desorientados y los necesitados. Y conforme llegues a ser una bendición para otros, tú serás bendecido también.
“Amado Señor, muéstrame cómo puedo ser generoso con mis familiares y amigos, especialmente en este tiempo de Adviento.”
Isaías 26, 1-6
Mateo 7, 21. 24-27
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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