Existe una lucha muy exhaustiva dentro de nosotros, el combate entre quien realmente soy y quien las personas quieren que yo sea. La dualidad crece a medida que alimento ambas personalidades. Algunas veces, gustamos por demás de agradar y tenemos miedo de no ser aceptados cuando asumimos ser lo que realmente somos. Y, así, nos habituamos a usar una máscara para cada ocasión de la vida. Representamos papeles de acuerdo con las conveniencias.
No se trata de ser inconveniente y colocar siempre afuera lo peor que está entro de nosotros. Pero no podemos tampoco vivir al gusto de aquello que las personas quieren que nosotros seamos. Podemos corregir posturas que no edifican, ser cautelosos con quien no nos conocer bien y guardar ciertos comentarios y opiniones para decir en la hora correcta y a las personas adecuadas. Todo eso significa ser más reflexivos delante de lo nuevo y de lo desconocido.
Ser auténtico no es tirar arriba de los otros mis traumas y amarguras con la vida. La autenticidad es algo más genuino, prudente, sin dejar de ser transparente. Existe el momento para ocasión y personar ciertas con las cuales vivirla. Puedo ser moderado, sin necesitar estar enmascarado.
Necesito ser mucho más sincero conmigo mismo y admitir mis propios límites y mis potencialidades. Necesito también saber que no todos irán a comprender mis dramas y sufrimientos. Cuando seas auténtico en cualquier lugar u ocasión, purificado cada día por la prudencia y por el discernimiento, algunas personas tal vez se aparten de ti. Eso, mientras tanto, no es algo malo, porque cuanto más cerca estés al lado de quien te ayuda a ser mejor, más auténtico y feliz podrás ser.
No necesitamos escondernos ni fingir nada a nadie. Mientras tanto podemos ser moderados para no volvernos inconvenientes e incómodos para los otros.
P. Roger Araujo
Repensando la vida. Reflexiones simples como simple debe ser la vida.
Pag. 89-90 - Editora Canção Nova
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