“Permanezcan en mi”
El renombre de su santa conducta y de su irreprochable vida ha llegado hasta mí; de hecho se ha esparcido por toda la faz de la tierra. He sido transportada por la alegría y el júbilo en el Señor, como lo son también todos aquellos que sirven, o desean servir a Jesucristo. Mientras que usted hubiese podido gozar de todas las adulaciones y de todos los honores del mundo, e incluso acceder a la más alta gloria al convertirse en la legitima esposa del ilustre emperador, unión que convenía a su majestad y a usted misma, usted renunció a todo y optó, con todo el impulso de su alma y de su corazón, por la santa pobreza y por la indigencia; usted escogió un esposo de una raza aún más noble: nuestro señor Jesucristo, quien conservará pura e intacta su virginidad. Amándolo, usted permanecerá casta, sus caricias la harán aún más pura; ser de su posesión consagra su virginidad. Su poder sobrepasa cualquier otro, su linaje es el más dulce que hay, su gracia la más perfecta. Usted está de aquí en adelante dedicada a abrazarlo, a él que decoró su pecho de piedras preciosas, y que suspendió a sus orejas diamantes inestimables, él que la revistió de joyas brillantes como la primavera, y que depositó en su cabeza una corona de oro adornada de las armas de la santidad.
Santa Clara de Asís (1193-1252)
fundadora del Orden de las Hermanas Pobres, llamadas Clarisas
Primer carta a Inés de Praga, 3-11 (frm trad.evangelizo.org©)
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