"El que coma de este pan vivirá eternamente. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo " (Juan 6:51).
La afirmación de Jesús es ésta: "Yo soy el pan de la vida". Hasta ahora, sólo conocemos el pan -existe pan de miel, pan dulce y salado, existen panes para todos los gustos-, pero existe sólo uno que es el Pan de la vida, sólo existe un Pan que da la vida y llena nuestra vida, y ese pan se llama Jesús.
Jesús alimenta al que lo recibe y acoge. Si acogemos y recibimos a Jesús, también somos alimentados por Él, y Él nos alimenta para vivir eternamente
La ciencia hasta trabaja para prolongar la vida humana, para que pueda durar más, pero todo el esfuerzo de la ciencia será inútil para eternizar la vida humana. Aquel que nos dio la vida nos dio la llave de la ciencia para cuidar de las propias enfermedades que vinieron a ensuciar la vida humana, pero, la inmortalidad sólo pertenece al Dios que creó la ciencia, así como la eternidad feliz y bienaventurada sólo pertenece a Él. La cuestión no es vivir para siempre en la Tierra, la cuestión es vivir para siempre en la presencia de Dios.
La eternidad no es vida después de la muerte. La eternidad es comenzar a vivir en Dios y jamás morir, pues quien come de este pan no conocerá la muerte, nunca morirá. Todos nosotros estamos atribulados, preocupados y con miedo, con un verdadero temor de enfrentar la muerte, pero sólo temen a ella quien no tiene vida en Dios, porque la vida de Dios en nosotros no nos permite experimentar la muerte, sino que nos permite dormirnos y despertar para siempre en los brazos de Él, nos permite vivir, ya aquí en la Tierra, la eternidad que Él nos trajo.
La vida eterna es crecimiento, porque Jesús es el Pan de la vida, que nos llena y da razón y sentido a nuestra vida
Saboreamos las primicias de la vida eterna cuando nos alimentamos de Jesús, cuando nos saciamos y nos llenamos de Él. La vida eterna es crecimiento, porque el Señor llena, da razón y sentido a nuestra vida.
Aquí existe una promesa: "El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo". Es claro que cuando Jesús hizo ese discurso, se refería a la carne de Él, que Él mismo daría. La carne que Él dio en la Eucaristía es la misma carne, el mismo cuerpo que fue clavado en la cruz. Es la misma carne y el mismo cuerpo que resucitó glorioso.
El cuerpo que estaba en el vientre de María, que nació para ser nuestro salvador, se convirtió en alimento en la Eucaristía y en la cruz. Es por eso que la misa es el sacrificio no cruento del mismo Cristo, es el propio altar, es el mismo calvario donde Jesús se está donando, donde Su cuerpo está siendo entregado y Su sangre siendo derramada para llenarnos y alimentarnos.
Necesitamos alimentarnos de Jesús, necesitamos recibirlo, para que la vida de Dios esté en nosotros.
¡Dios te bendiga!
p. Roger Araujo
Comunidad Canción Nueva
Adaptación del original en portugués
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