Evangelio según San Juan 10,1-10.
Jesús dijo a los fariseos: "Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino por otro lado, es un ladrón y un asaltante.
El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas.
El guardián le abre y las ovejas escuchan su voz. El llama a cada una por su nombre y las hace salir.
Cuando las ha sacado a todas, va delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz.
Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen su voz".
Jesús les hizo esta comparación, pero ellos no comprendieron lo que les quería decir.
Entonces Jesús prosiguió: "Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas.
Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero las ovejas no los han escuchado.
Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento.
El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Pero yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia."
RESONAR DE LA PALABRA
Queridos hermanos:
Después de los millones de páginas que la Historia ha escrito fijando en Él los ojos, Jesús permanece en su misterio, que es a la vez inefable y revelador. Ninguna palabra pronunciada por Él o sobre Él agota su persona, pero todas sus palabras dejan ver su corazón. El Hijo de Dios es el mejor exégeta de sí mismo y, por extensión, en Él hallamos el acceso más directo al Padre. Los evangelios de esta cuarta semana de Pascua insisten de muchos modos en esta verdad. Jesús se dice en todo lo que dice; en todo lo que habla, habla del Padre. Escuchar a Cristo es tanto como conocerlo; conocer a Cristo, el punto de partida para amar a Dios.
«Yo soy la Puerta», dice el Señor en el evangelio de Juan. La Puerta del aprisco. Una comparación osada y extraña, oscura incluso para quienes lo seguían más de cerca, que «no entendieron de qué les hablaba». Jesús habla de puertas y tapias, de ladrones y pastores, de entrar y salir en el aprisco, de «las suyas» y «los extraños», de «los que vinieron» y «los que vendrán». Habla del pueblo y de su historia pasada, del pueblo y de su historia futura. Y de Él mismo como eterno presente para todos los que quieren encontrarse con Dios o darlo a conocer. Antes de presentarse a sí mismo como «Buen Pastor», Jesús hace notar a su rebaño que el redil tiene una puerta y que solo quien es capaz de descubrirla y de pasar por ella tiene acceso a la Vida, ya como oveja, ya como pastor. Dicha Puerta es Él mismo ofrecido de una vez para siempre por sus hermanos. No se puede entrar a la casa del Padre si no es por el umbral del Hijo; no se puede salir a los pastos de Dios si no es por la divina humanidad de Cristo.
La imagen es a la vez hermosa y retadora. Seguramente lo ha sido siempre, pero en un mundo tan plural como el nuestro suena incluso escandalosa. Al fin y al cabo, apenas quedan ya apriscos en pie y los que hay se han llenado de puertas y ventanas: cada oveja, con más o menos acierto, campa por sus fueros. ¿Cabe sostener, hoy como ayer, que existe solo un camino, una verdad, una vida? ¿Qué significa
Adrián de Prado Postigo cmf
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