Con Jesús por la mañana.
«Sé que ustedes apuntan a lo alto, a decisiones definitivas que den pleno sentido. Si es así, en silencio, miremos al corazón y cada uno dígale a Jesús que quiere recibir la semilla. Dígale a Jesús: Mira Jesús las piedras que hay, mira las espinas, mira los yuyos, pero mira este cachito de tierra que te ofrezco, para que entre la semilla. En silencio dejamos entrar la semilla de Jesús. Déjenla crecer y Dios la va a cuidar» (Papa Francisco). Ofrece tu día por la intención del mes y disponte a nutrir la tierra de tu corazón con el sol, la humedad y el abono de la Palabra y la Eucaristía.
Con Jesús por la tarde.
«Al llegar al pueblo adonde se dirigían, Jesús hizo como si fuera a seguir adelante; pero ellos le obligaron a quedarse. Entró, pues, Jesús, y se quedó con ellos. Cuando estaban sentados a la mesa, tomó en sus manos el pan, y habiendo dado gracias a Dios, lo partió y se lo dio. En ese momento se les abrieron los ojos y reconocieron a Jesús; pero él desapareció» (Lc 24, 28-32). ¿Cómo te sientes? Toma conciencia de la presencia del Señor a tu lado. ¿Lo reconoces en tus hermanos?
Con Jesús por la noche.
Explorar tu interioridad. Agradece el día que termina. ¿Qué sentimientos estuvieron presente durante el día? ¿Qué temores tienes? ¿Cuáles son las situaciones que te hacen feliz? ¿Cuidas de aquello que te hace feliz?
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