Entonces les dijo: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación." El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará. Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán". Después de decirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban.
RESONAR DE LA PALABRA
Edgardo Guzmán, cmf.
Queridos amigos y amigas:
Hoy celebramos la festividad de San Marcos, evangelista. Una antigua tradición lo presenta como misionero al lado de Pedro y Pablo, más tarde, como obispo de Alejandría, donde habría sufrido el martirio. El texto del evangelio de este día nos lanza a la misión: «Vayan por todo el mundo y proclamen la Buena Nueva a toda la creación». Jesús resucitado quiere llegar a todos los rincones de la tierra. Ese deseo nos implica a todos los bautizados. Él nos invita a colaborar en la tarea de extender la alegría del Evangelio.
Al escuchar esta invitación nos podríamos preguntar: ¿En qué lugares se necesita anunciar hoy la Buena Nueva? Esta misión no es solo de los sacerdotes, religiosos y religiosas. Todos y cada uno de los bautizados tenemos el hermoso don y tarea de anunciar con nuestra vida, palabras y acciones el mensaje de Jesús. Él nos ha dado su Espíritu, su gracia que nos impulsa a salir de nosotros mismos para liberar del mal, aliviar el sufrimiento de los demás y proclamar la Buena Noticia a toda la humanidad. Con la confianza de que él coopera con nosotros, confirmando nuestra palabra con los signos que nos acompañan.
Con razón el Papa Francisco nos insiste con frecuencia que somos una Iglesia en salida, una Iglesia misionera, llamada anunciar el Evangelio de Jesús. No podemos quedarnos encerrados en nuestros templos celebrando rutinariamente nuestros ritos. Debemos salir a las periferias existenciales. Hay tantas situaciones que reclaman una palabra de consuelo, de esperanza, de justicia. Hace falta encarnar la Palabra, hacer vida el Evangelio en nuestro día a día, en las tareas que nos toca realizar, en los ambientes que nos movemos, impregnar nuestro mundo de la Buena Nueva.
Agradezcamos en nuestra oración el don de conocer a Jesús y su Evangelio, por el testimonio y la palabra de tantas personas que nos han transmitido este precioso regalo. Que cada día crezcamos en su seguimiento para mantener viva su memoria entre nosotros.
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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