Los discípulos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes". Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: "¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo". Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies. Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: "¿Tienen aquí algo para comer?". Ellos le presentaron un trozo de pescado asado; él lo tomó y lo comió delante de todos. Después les dijo: "Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos". Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: "Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto."
RESONAR DE LA PALABRA
Fernando Prado, cmf
¡Queridos Hermanos y Hermanas en Cristo!
Los relatos de apariciones, como el de ayer y el de hoy, no tienen el objetivo de aducir pruebas para forzar la fe en la resurrección, sino confirmar la fe en Jesús resucitado, mostrar que Él está vivo y viene a nuestro encuentro. Si Él se presenta a sus discípulos es porque está vivo, que ha sido resucitado por el Padre. Los dos relatos del capítulo 24 de Lucas nos enseñan que la resurrección es una experiencia personal y comunitaria.
En el fondo de estos relatos, late el recuerdo de la convivencia de los discípulos del tiempo que estuvieron con Jesús. Por eso son capaces de reconocerlo en el gesto de la fracción del pan o de la mesa compartida. En las comidas compartidas, Jesús les había enseñado en qué consiste el Reino de Dios: que la comunidad cristiana, reunida en nombre de Jesús, muestra que Él está vivo al compartir la mesa.
En el Evangelio de hoy, damos un paso más en el proceso de asimilación de la fe en la resurrección. Si el sepulcro vacío fue la primera señal y la aparición una confirmación de la fe en la resurrección, ahora el Evangelio y la fe en el Resucitado se hacen misión y anuncio con envío de los discípulos. Ellos reciben el encargo de anunciar lo que ha pasado con el Hijo de Dios a través del Espíritu vivificador.
El Resucitado se hace presente en la interpretación de las Sagradas Escrituras y en la fracción del pan. Cuando nos reunimos y realizamos sus mismos gestos, Él se hace presente entre nosotros. Es Jesús quien nos congrega y nos envía en misión hacia aquellas realidades que necesitan ser iluminadas por la luz de la resurrección.
En cada eucaristía que celebramos se renueva el memorial del encuentro con Jesús resucitado: nos abre nuestro entendimiento para comprender las Escrituras y comparte con nosotros su propia vida hecha comida y bebida para nuestra salvación. Igual que a los discípulos también nosotros somos testigos de la resurrección de Jesús cuando afirmamos la vida frente a las situaciones de muerte, el perdón frente al odio y el compartir con los demás, especialmente con los necesitados, frente al individualismo.
¡Queridos Hermanos y Hermanas en Cristo!
Los relatos de apariciones, como el de ayer y el de hoy, no tienen el objetivo de aducir pruebas para forzar la fe en la resurrección, sino confirmar la fe en Jesús resucitado, mostrar que Él está vivo y viene a nuestro encuentro. Si Él se presenta a sus discípulos es porque está vivo, que ha sido resucitado por el Padre. Los dos relatos del capítulo 24 de Lucas nos enseñan que la resurrección es una experiencia personal y comunitaria.
En el fondo de estos relatos, late el recuerdo de la convivencia de los discípulos del tiempo que estuvieron con Jesús. Por eso son capaces de reconocerlo en el gesto de la fracción del pan o de la mesa compartida. En las comidas compartidas, Jesús les había enseñado en qué consiste el Reino de Dios: que la comunidad cristiana, reunida en nombre de Jesús, muestra que Él está vivo al compartir la mesa.
En el Evangelio de hoy, damos un paso más en el proceso de asimilación de la fe en la resurrección. Si el sepulcro vacío fue la primera señal y la aparición una confirmación de la fe en la resurrección, ahora el Evangelio y la fe en el Resucitado se hacen misión y anuncio con envío de los discípulos. Ellos reciben el encargo de anunciar lo que ha pasado con el Hijo de Dios a través del Espíritu vivificador.
El Resucitado se hace presente en la interpretación de las Sagradas Escrituras y en la fracción del pan. Cuando nos reunimos y realizamos sus mismos gestos, Él se hace presente entre nosotros. Es Jesús quien nos congrega y nos envía en misión hacia aquellas realidades que necesitan ser iluminadas por la luz de la resurrección.
En cada eucaristía que celebramos se renueva el memorial del encuentro con Jesús resucitado: nos abre nuestro entendimiento para comprender las Escrituras y comparte con nosotros su propia vida hecha comida y bebida para nuestra salvación. Igual que a los discípulos también nosotros somos testigos de la resurrección de Jesús cuando afirmamos la vida frente a las situaciones de muerte, el perdón frente al odio y el compartir con los demás, especialmente con los necesitados, frente al individualismo.
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