lunes, 17 de abril de 2017

GRUPOS DE ORACIÓN

ORIGEN y PRIMEROS PASOS de un GRUPO de RENOVACIÓN CARISMÁTICA
Luis Martín



Los orígenes de todo grupo de la R.C. son siempre humildes. Las cosas del Señor siempre tienen un comienzo pobre y humilde, como Nazaret, Belén. Es el grano de mostaza. No hay técnicas prefabricadas para poner un grupo en marcha.

Para empezar basta que haya algunas personas, más bien pocas, aunque nada más sean dos o tres, que se reúnan a orar con determinada frecuencia con ansias de abrirse al Espíritu. No importa si saben mucho o poco de la Renovación Carismática. Esta oración que empieza sea espontánea, sincera, con espíritu de pobres, aceptándose y amándose unos a otros y a partir de la palabra de Dios. Evitar desde el principio todo formalismo o rutina. Basta que se atengan a lo que dice San Pablo: «cuando os reunís, cada cual puede tener un salmo, una instrucción, una revelación, un discurso en lenguas, una interpretación; pero que todo sea para edificación». (1 Co. 14,26).

Para que el grupo cuaje y siga adelante es necesario que este mínimo de personas sigan orando así durante un tiempo razonable, tres o cuatro meses, sin tener prisa para que crezca el grupo. Este tiempo, hasta que el grupo empieza a crecer, es muy importante: en él se va formando como el núcleo del futuro grupo, núcleo del que han de salir después los servidores y catequistas. En este tiempo necesitan abrirse mucho unos a otros y compartir la palabra de Dios y las vivencias por las que vayan pasando. Así se inicia ya el proceso de crecimiento y maduración espiritual y empezarán a despuntar los carismas.
Muy importante en el comienzo de un grupo es la forma como resuelve las primeras dificultades por las que necesariamente ha de pasar, pues, aunque todos vienen con los mejores deseos, surgen enseguida dificultades, por la diversidad de caracteres, sentimientos, situaciones espirituales, modo de entender la oración, etc. La tentación de marcharse está siempre amenazando y hay quien cede: lo que más cuesta será siempre aprender a amar y aceptar a los demás tales como son. Esta es la gran dificultad de todo grupo y de ello depende en gran parte su apertura al Espíritu y a sus dones, dificultad que no sólo se da en los comienzos sino a lo largo de toda la vida de un grupo.

Por otra parte, a los grupos siempre viene alguna persona difícil o problemática que resulta incómoda para los demás. Entonces solemos pensar: «si tal persona dejara de venir al grupo, todo sería más fácil, avanzaríamos más, haríamos mejor la oración... ». Pero esto es un engaño. Esa persona difícil que se nos ha metido en el grupo es la piedra de toque de nuestro grado de amor y aceptación a los demás. Si no la puedo amar, es la que me está denunciando, como si hubiera sido enviada por el Señor, hasta qué punto el pecado sigue en mí, hasta qué punto necesito un corazón nuevo para amar como el Señor ama. Por la fuerza del amor del Señor en mí llegaré a amarla como amo a los demás. 
También empezarán a venir al grupo cojos y ciegos y tullidos: aquellos débiles y enfermos y pobres que en todas partes son rechazados, incluso en muchas comunidades que se dicen cristianas. Estos han de ser los mimados del grupo.
Vendrán también personas inestables, que no durarán mucho; vendrán otros a observar, vendrán muchos sedientos del Señor.

Es de gran importancia el sentido de acogida, que se tiene para todos, pero principalmente para aquellos que vienen por primera vez. No basta saludarlos e invitarlos a participar en la oración. Hace falta más: interesarse por ellos, mostrarles afecto, confianza y familiaridad desde el primer momento, y que nunca se sientan solos en el grupo sin saber a quién dirigirse.

La acogida tiene una gran importancia para que permanezcan los que vienen por primera vez y ha de ser uno de los signos que constantemente está ofreciendo el grupo.
Otro punto importante es la iniciación que hay que ir dando a los nuevos. Si hay ya un grupo considerable habrá que programar un seminario de iniciación; si son pocos, se puede hacer de forma más sencilla, pero siempre en clima de oración. Los seminarios de iniciación no son simple transmisión de conocimientos, sino que además y principalmente han de ir creando una atmósfera espiritual de apertura y entrega al Señor.

Terminada esta etapa de iniciación será bueno celebrar un retiro para el Bautismo en el Espíritu y en este momento ha de sentirse la presencia orante de todo el grupo.
El grupo terminará de completarse cuando llegue a formar un equipo de servidores, según cualquiera de los distintos procedimientos que hay para ello. Si el grupo lleva ya varios meses funcionando no se dilate más la formación del equipo de servidores. Si es uno solo el que lleva la responsabilidad del grupo, recuerde que si esto vale para los comienzos, llega enseguida un momento en que hay que compartir esta responsabilidad con algunos más que tengan plena aceptación de todo el grupo.

Cada grupo está llamado a recorrer un camino de crecimiento en la vida del Espíritu, de amor mutuo entre todos los miembros, de entrega al Señor y a los demás. Debe ser testimonio del amor, de la liberación del Señor y de su presencia. Y seguir caminando hasta las metas que le vaya marcando el Señor: quizá la comunidad, quizás otro tipo de compromiso.

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