viernes, 28 de abril de 2017

Evangelio según San Juan 6,1-15. 
Jesús atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades. Lo seguía una gran multitud, al ver los signos que hacía curando a los enfermos. Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe: "¿Dónde compraremos pan para darles de comer?". El decía esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer. Felipe le respondió: "Doscientos denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un pedazo de pan". Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: "Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?". Jesús le respondió: "Háganlos sentar". Había mucho pasto en ese lugar. Todos se sentaron y eran uno cinco mil hombres. Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que quisieron. Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: "Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada". Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada. Al ver el signo que Jesús acababa de hacer, la gente decía: "Este es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al mundo". Jesús, sabiendo que querían apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña. 


RESONAR DE LA PALABRA

Edgardo Guzmán, cmf.
Queridos amigos y amigas:

El relato de la multiplicación de los panes aparece en todos los evangelios, evoca la experiencia del maná en el desierto y la celebración de la Eucaristía en las primeras comunidades cristianas. Este texto tenemos que leerlo en conexión con la sección anterior en la que Jesús se presenta como fuente de vida. De hecho, Juan más adelante (Jn 6, 22-40) desarrolla el discurso del pan de vida, con ello se profundiza en el sentido más profundo que tiene la multiplicación del pan.
Como es propio del cuarto Evangelio la escena está cargada de muchos elementos que no tienen desperdicio teológico. Jesús no es indiferente ante la necesidad de la gente, se da cuenta de lo que necesitan, y busca la forma de dar respuesta a esas necesidades. Por eso, le dice a Felipe: «¿Con qué compraremos panes para que coman estos?». Andrés sale al paso de la dificultad por ha encontrado un muchacho «…que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?». En ese momento, al compartir con Jesús lo que tenemos, se produce el milagro. Y sobraron doce canastos llenos.
Según el Programa Mundial de Alimentos unos 795 millones de personas pasan hambre en el mundo. Nunca como hoy la humanidad ha producido tantos alimentos, sin embargo, cada año mueren millones de personas a causa de una alimentación deficiente. En las ciudades del primer mundo se tiran a diario toneladas de comida. Se prefiere botar en el mar muchísimos productos para mantener los precios en el mercado internacional. Con lo que se gasta en la carrera armamentística de las potencias mundiales se podría asegurar la alimentación, salud y educación de la humanidad.
En un contexto así, resuena con fuerza la invitación de Jesús: «Denle ustedes de comer». Examinemos nuestra vida a la luz de la experiencia pascual cómo anda nuestra capacidad para compartir, lo que somos, lo que tenemos, con quienes más lo necesitan.

Pan

Primero sea el pan
después la libertad.
(La libertad con hambre
es una flor encima de un cadáver).
Donde hay pan,
allí está Dios.
‘El arroz es un cielo’,
dice el poeta de Asia.
La tierra
es un plato
gigantesco
de arroz,
un pan inmenso y nuestro,
para el hambre de todos.
Dios se hace Pan
trabajo para el pobre,
dice el profeta Ghandi.
La Biblia es un menú de Pan fraterno.
Jesús es el Pan vivo.
El universo es nuestra mesa, hermanos.
Las masas tienen hambre,
y este Panes su carne,
destrozada en la lucha,
vencedora en la muerte.
Somos familia en la fracción del pan.
Sólo al partir el pan
podrán reconocernos.
Seamos pan, hermanos.
Danos, oh Padre, el pan de cada día:
el arroz, o el maíz, o la tortilla,
¡el pan del Tercer Mundo!

(Pedro Casaldáliga)

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

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