Jesús se les acercó y comenzó a caminar con ellos. (Lucas 24, 13)
¿Cómo pudo Dios haber abandonado a Jesús a una muerte tan espantosa en la cruz? Este debe haber sido el enigma que atormentaba a Cleofás y al otro discípulo, mientras hablaban con el misterioso personaje que se les había unido por el camino a Emaús. Ellos, como los demás, simplemente no creían lo que habían dicho las mujeres que habían visto la tumba vacía. Ellos, como todos los que llegan a creer, necesitaban la acción reveladora del Espíritu para entender la verdad de la Pascua, porque es imposible llegar a esta fe sin la acción divina que llega por medio de la fe.
Mientras el desconocido les explicaba las Escrituras, la fe les empezó a arder en el corazón y sintieron deseos de creer una vez más. El Espíritu los movió a aceptar la buena nueva de la resurrección y por eso insistieron en que su amigo se quedara con ellos. Es importante observar que finalmente reconocieron al Señor porque cuando Jesús bendijo el pan y lo partió “se les abrieron los ojos”. Los lectores originales de San Lucas deben haber entendido fácilmente la relación entre estos dos elementos: los discípulos reconocieron a Cristo en las Escrituras y distinguieron su presencia más plenamente en la “fracción del pan,” es decir, en la celebración de la Eucaristía.
Se necesitaba la resurrección corporal de Cristo, para eliminar de la mente de los fieles el escándalo de la cruz, como lo ratificó el primer sermón de San Pedro: “Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte, ya que no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio” (Hechos 2, 24). La resurrección dio significado a la cruz, porque demostró que Jesús no era sólo un hombre, sino el Cordero de Dios que vino a quitar el pecado del mundo.
Estas grandes verdades nos sirven de punto de apoyo en esta época tan llena de incredulidad. Por eso, no tardemos en aceptar de corazón a nuestro Salvador resucitado; busquémoslo en la Palabra y en los sacramentos e invitémosle a permanecer con nosotros, tal como los dos discípulos lo hicieron en el camino de Emaús.
“Amado Jesús, quédate siempre con nosotros, para que nos expliques las Escrituras y nos llenes el corazón de la gracia de tu presencia. No permitas, Señor, que jamás dudemos de tu amor ni de tu bondad.”Hechos 3, 1-10
Salmo 105(104), 1-4. 6-9
fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros
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