Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a visitar el sepulcro. De pronto, se produjo un gran temblor de tierra: el Angel del Señor bajó del cielo, hizo rodar la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella. Su aspecto era como el de un relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve. Al verlo, los guardias temblaron de espanto y quedaron como muertos. El Angel dijo a las mujeres: "No teman, yo sé que ustedes buscan a Jesús, el Crucificado. No está aquí, porque ha resucitado como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde estaba, y vayan en seguida a decir a sus discípulos: 'Ha resucitado de entre los muertos, e irá antes que ustedes a Galilea: allí lo verán'. Esto es lo que tenía que decirles". Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos. De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: "Alégrense". Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él. Y Jesús les dijo: "No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán".
RESONAR DE LA PALABRA
Queridos amigos y amigas:
Queridos hermanos y hermanas, entramos de lleno en el tiempo Pascual en el que hacemos memoria de la resurrección de Jesús. Hemos hecho un precioso recorrido junto con el Señor en las diversas actividades que hemos realizado en la Cuaresma y la Semana Santa. En la oración, la catequesis, las eucaristías y el viacrucis Dios ha querido dirigirnos una palabra al corazón para renovar nuestra vida. Estoy seguro de que Él ha sembrado la semilla durante estos días en ustedes, especialmente en los niños y jóvenes que nunca podrán olvidar lo vivido esta Semana Santa 2017. Para algunos es su primera vez en celebrar la Pascua del Señor. El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres.
Las lecturas de la Vigilia Pascual nos dicen que Dios es peregrino, que siempre ha acompañado al ser humano desde sus orígenes. Afirman que Dios es el creador de la Madre Tierra y que estamos llamados a conservarla. Puede parecer poesía, sin embargo, la cruda realidad de la historia humana nos dice que no podemos seguir destruyendo a la Tierra… pues, si ella muere, también nosotros moriremos. Dios es también libertador, no está de acuerdo con la esclavitud ni con las cadenas que nos imponemos unos a otros. Dios no está de acuerdo en que nos hagamos esclavos del dinero, ni de la corrupción… Por eso, en este tiempo nuevo, estamos llamados a romper cadenas y salir de nuestros sepulcros, dejando atrás aquellas muertes lentas en las que nos sumergimos, a veces por ignorancia. Salvemos a nuestras familias con la luz del Evangelio y pidamos al Padre que arranque de nosotros ese corazón de piedra que tenemos y nos dé un corazón de carne capaz de amar, para poder vivir juntos, unidos, en fraternidad.
Este tiempo es tiempo de encuentro con Jesús Resucitado. Experiméntalo a tu lado. Siente su fuego de amor. La muerte no pudo acabar con el Mesías de los pobres. El Padre le dio la última palabra a su Hijo levantándolo de la tumba. Su presencia entre nosotros sigue siendo actual: Él anima nuestras vidas, a nuestras familias y a nuestras comunidades. Jesús les dijo a las mujeres: “No tengan miedo. Vayan ahora y digan a mis hermanos que se dirijan a Galilea. Allí me verán” (Mt. 28, 10). Esa misma palabra se dirige hoy a nosotros; estamos llamados a ser mensajeros de buenas noticias para nuestros hermanos que aún viven en la oscuridad.
Pidámosle a Jesucristo su paz, esa paz que el mundo, las diversiones, o la calle no dan. Paz para Panamá y para el mundo entero. Comprometámonos a ser sembradores de esperanza hasta los últimos rincones de la Tierra. Este es el tiempo oportuno.
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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