lunes, 24 de abril de 2017

Meditación: Juan 3, 1-8


San Fidel de Sigmaringa

Yo te aseguro que quien no renace de lo alto, no puede ver el Reino de Dios. (Juan 3, 3)

¡Cuánto se habrá sorprendido Nicodemo al escuchar estas palabras de Jesús! Era uno de los jefes de los judíos y maestros de Israel, y había venido a ver a Cristo para conversar con él. Pero el Señor llevó la conversación a un plano más alto, usando la figura del nuevo nacimiento en el Espíritu para poner de relieve la naturaleza superior de la vida que Dios desea concedernos a todos.

La vida nueva que Jesús consiguió para nosotros mediante su muerte y su resurrección es una realidad que se da en un plano completamente distinto al de la vida “en la carne”. La vida material —desvinculada de Dios— se caracteriza por las pasiones pecaminosas: ambiciones, egocentrismo, sensualidad, corrupción, rencillas, idolatría, celos, ira, egoísmo y discordias (véase Gálatas 5, 19). La persona carnal, incapaz de doblegar los hábitos pecaminosos, vive encadenada por estas formas de vida. ¡Por supuesto que es necesario nacer de nuevo para poder entrar al Reino de Dios!

La conducta de los apóstoles San Pedro y San Juan, nacidos de nuevo por medio de Jesucristo y decididos a llevar la Palabra de Dios al mundo, es un espléndido ejemplo de lo que es la “vida en el Espíritu”. En lugar de reaccionar con odio, temor o deseo de venganza ante las amenazas de los fariseos, como habría sido propio de la naturaleza caída, decidieron continuar predicando y curando a los enfermos en el nombre de Jesús y con el poder del Espíritu Santo. Tanta fue la fuerza que Dios les comunicó para reafirmar su decisión que la habitación en la que estaban orando con sus compañeros tembló (Hechos 4, 31).

Es obvio, pues, que para cumplir la misión recibida del Señor, cada uno también tiene que nacer de lo alto. Esto se realiza en el Bautismo, gracias al cual nos unimos a nuestro Salvador y recibimos el don del Espíritu Santo. Cristo dice que los que han nacido del Espíritu son como el viento, que sopla libremente donde quiere. Así también, los que han nacido de nuevo en el Espíritu, liberados ya de las reacciones carnales, son libres para seguir al Señor.
“Padre celestial, enséñanos a experimentar diariamente el nuevo nacimiento desde lo alto, para que seamos transformados y equipados para caminar contigo en la realidad de la vida.”
Hechos 4, 23-31
Salmo 2, 1-9

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

No hay comentarios:

Publicar un comentario