La fe no ha muerto del todo, el sol no se ha puesto totalmente.
Cuántas veces parece que estas durmiendo.
¡Qué fácil es que nosotros, los hombres, alejarnos y decirnos a nosotros mismos: Dios ha muerto!
Señor, ¡Haz que en la hora de la oscuridad reconozcamos que Tú estás presente!
No nos dejes solos cuando nos aceche el desánimo.
Y ayúdanos a no dejarte solo.
Danos una fidelidad que resista en el extravío y un amor que te acoja en el momento de tu necesidad más extrema, como tu Madre, que te arropa de nuevo en su seno.
Ayúdanos, ayuda a los pobres y a los ricos,
a los sencillos y a los sabios,
para poder ver por encima de los miedos y prejuicios,
y te ofrezcamos nuestros talentos, nuestro corazón, nuestro tiempo,
preparando así el jardín en el cual puede tener lugar la resurrección.
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