Debemos aplicar todas nuestras fuerzas en evitar agriar y amargar la vida con ese inicuo condimento de quejarse de todo, hablar mal de todo y de todos. Tenemos que convencernos de que no hay nada más dañino que la vieja práctica de comentar todo, reclamar por todo y murmurar sobre todo.Siempre llega una hora en que ya nadie soporta la compañía de quien pervierte su vida con la óptica de la negatividad y la incredulidad.
Nuestras Iglesias están llenas de gente maledicentes. Tal vez tú y yo seamos una de ellas. Generalmente, el que habla mal de los demás nunca se percibe a sí mismo!
P. Roger Araujo
Adaptación del original en portugués
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