domingo, 30 de julio de 2017

¿Cómo renunciar a nuestra propia voluntad?

La verdadera humildad consiste en renunciar a tu propia voluntad, esa que Dios te ha legado.


Qué fácil es decir que te inclinas ante Dios y no ante los hombres. Pero, diciendo que haces lo que Dios pide, haces, en el fondo, lo que a ti te parece que Él te pide. Este es el pecado del protestantismo. Aunque el creyente protestante dice que se se humilla, creyendo que todo el bien que hace el hombre viene exclusivamente de Dios, lo que está demostrando con esta actitud es una suerte de “predestinación”, que no le pide nada al hombre, porque niega la libertad de éste para hacer el mal, cuando Dios ha elegido hacer el bien por medio suyo. Si así fueran las cosas, el hombre no sería ni siquiera capaz de hacerse humilde. Y es que la verdadera humildad consiste en anular tu propia voluntad, esa que Dios te ha legado. Y en renunciar a tu voluntad, no creyendo que te estás humillando ante el Dios que no se ve, sin estar seguro de ello, sino humillándote ante aquel que te da un consejo en el nombre del Señor. Sólo entonces estás en verdad negando tu propia voluntad. Y lo haces, consciente de que estás renunciando a tu voluntad ante Dios, de cuya presencia te da testimonio esa otra persona, ayudándote objetivamente en esta empresa. Dios no quiere que Su presencia se evapore en tu subjetividad, sino que desea que Su presencia y Su voluntad se hagan sentir, objetivamente, por medio de ese otro, con la conciencia —sostenida por la comunidad eclesial iniciada por los Apóstoles— de que te está hablando en el nombre del Señor.

(Traducido de: Părintele Dumitru Stăniloae, nota 790 la Varsanufie şi Ioan, Scrisori duhovniceşti, în Filocalia XI, Editura Humanitas, Bucureşti, 2009, p. 451)
fuente: Doxología

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