Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del sembrador. Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: este es el que recibió la semilla al borde del camino. El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría, pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe. El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto. Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Este produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno".
RESONAR DE LA PALABRA
Queridos amigos y amigas:
De los diez mandamientos proclamados por Dios mismo en el Sinaí a la explicación que el mismo Jesús da de la parábola del sembrador. De las bases de la antigua alianza a la predicación del Reino. Es un cambio grande. Es una invitación a crecer en libertad, en fraternidad. Es un signo más de la maravillosa pedagogía de Dios que se acomoda a cada pueblo, a su situación concreta, a su/nuestra dura cerviz. Pero siempre llega también su llamada a ir más allá.
Lo mínimo, lo básico, son los mandamientos que se proclaman en el Sinaí. Será la base para la antigua alianza concertada entre Yahvé y el pueblo. Están acomodados a la mentalidad de aquel pueblo primitivo. Un ejemplo: se dice que no hay que codiciar la mujer del prójimo pero está claro que no se está pensando en un pecado de tipo sexual. Es más bien un pecado contra la propiedad. Véase cómo la mujer del prójimo está situada entre el resto de las propiedades del prójimo. No hay que codiciar la mujer del prójimo como no hay que codiciar sus bienes ni sus esclavos ni sus bueyes ni nada que sea de él. Semejante forma de ver a la mujer es algo absolutamente inaceptable en nuestra cultura. Es que el mundo cambia y, a veces, a mejor, por mucho que se empeñen los pesimistas en verlo todo siempre yendo a peor.
En la nueva alianza no se habla de mandamientos. Se habla de corazones que acogen la Palabra de Dios. Es otra dimensión, otra perspectiva absolutamente diferente. La única ley será la del amor. Dios no impone mandamientos sino que ama y comprende. La respuesta a la entrega libre y generosa de Dios que nos regala su amor es una respuesta de amor. Y cada uno la dará según su capacidad. ¿Cómo va a pedir Dios a las zarzas que den una cosecha del ciento por uno? A cada uno se le pedirá según su capacidad. Pero lo que se le pedirá será siempre amor. Y nada más que amor. Ahí está la clave que nos hace pasar de la antigua alianza a la nueva alianza sellada en Jesús.
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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