jueves, 27 de julio de 2017

Meditación: Mateo 13, 10-17


“Viendo no ven y oyendo no oyen ni entienden.” (Mateo 13, 14)

En el Evangelio de hoy, Jesús nos explica cómo podemos llegar a tener un claro entendimiento espiritual. Lo podemos lograr teniendo el corazón siempre abierto a su Palabra y su amor. Los discípulos le preguntan por qué les hablaba en parábolas, y esto se convierte en una explicación de los que pueden “ver” “y oír” a Jesús y aquellos que no pueden hacerlo.

Por supuesto, Jesús no se refiere a la vista ni el oído físicos, sino al entendimiento, y nos habla de la capacidad de percibir su presencia y discernir su voz. Luego les aclara a sus oyentes que si no procuran “comprender con el corazón,” les resultará mucho más difícil conocer su amor.

Lo más seguro es que todos nosotros ya hemos abierto el corazón a Jesús, pero el hecho de mantenerlo abierto y consciente de él es tarea de toda la vida. Esto implica las prácticas obvias de oración, lectura de la Escritura y recepción de los sacramentos. Pero esto también implica el deseo de reconocer cuando cometemos errores y recibir las suaves correcciones del Espíritu y los avisos de la conciencia, porque un corazón abierto es un corazón humilde.

Pensemos en San Pedro como ejemplo de un corazón dócil. Una y otra vez se equivocó, como cuando trató de caminar sobre el agua pero falló; cuando propuso construir tres chozas en el Monte de la Transfiguración; cuando trató de impedir que Jesús fuera a la cruz, y más aún cuando negó tres veces que conocía a Jesús.

Pero nunca dejó que esos pasos en falso le alejaran del Señor. No, más bien, siguió aprendiendo. Continuó siguiendo a Cristo y siguió escuchando. Y mientras lo hacía, entendía más y más claramente, hasta que finalmente estuvo preparado para asumir su vocación de ser la Roca de la Iglesia.

Así pues, hermano, adquiere claridad de entendimiento, sigue el ejemplo de Pedro y continúa tratando de complacer al Señor. Puedes estar seguro de que, aun si te equivocas, Jesús te sigue sonriendo, porque sigue trabajando para enseñarte y formarte. ¡Cristo está todavía bendiciendo tus ojos, tus oídos y tu corazón!
“Amado Jesús, despierta mis sentidos, te ruego, Señor, y no sólo mis ojos y oídos, sino también mi corazón. Quiero poner atención a todas las formas como me quieres demostrar tu amor hoy.”
Éxodo 19, 1-2. 9-11. 16-20
(Salmo) Daniel 3, 52-56

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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