“Debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes”
El Señor llamó a sus discípulos “sal de la tierra”, porque habían de condimentar con la sabiduría del cielo los corazones de los hombres, insípidos por obra del diablo. Ahora les llama también “luz del mundo”, porque, después de haber sido iluminados por el, que es la luz verdadera y eterna, se han convertido ellos mismos en luz que disipa las tinieblas (Jn 1,5). Siendo él el “sol de justicia” (Ml 3,20), llama con razón a sus discípulos “luz del mundo”; a través de ellos, como brillantes rayos, difunde por el mundo entero la luz de su conocimiento. En efecto, los apóstoles, manifestando la luz de la verdad, alejaron del corazón de los hombres las tinieblas del error.
Iluminados por éstos, también nosotros nos hemos convertido en luz, según dice el Apóstol: “En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor; caminad como hijos de la luz (Ef 5,8) e hijos del día (1Tes 5,5); no lo sois de la noche ni de las tinieblas”. Con razón dice san Juan en su carta: “Dios es luz”, y quien permanece en Dios está en la luz, como él está en la luz (1Jn 1,5-7). Nuestra alegría de vernos libres de las tinieblas del error debe llevarnos a caminar como hijos de la luz.
San Cromacio de Aquilea (¿-407), obispo
Tratado 5, sobre San Mateo 5 (trad. breviario 11/06)
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