Isaías 35, 4
Dios salvará a su pueblo. Esa es la tranquilidad que ofrece el profeta Isaías en la primera lectura de hoy. Son palabras que deben haber sido fuente de gran esperanza para el pueblo de Jerusalén, cuando el avance del ejército asirio era augurio de angustia, dolor y muerte para los hebreos.
Estas palabras son igualmente tranquilizadoras para nosotros hoy. Dios vendrá a salvar a su pueblo, y tú eres parte de él. Así pues, “¡Ánimo, no temas!”
Casi todos nos hemos sentido inseguros o temerosos en alguna ocasión, y a veces en elevado grado, cuando nos encontramos en una situación peligrosa o difícil y no sabemos qué va a pasar. ¿Cómo podemos encontrar la paz?
Una manera de hacerlo es adoptar la práctica de orar por la paz. Por ejemplo, si un día te das cuenta de que en tu mente surge un pensamiento de temor o inseguridad, trata de analizar cuál es la preocupación y preséntasela al Señor. Imagínate que estás junto a Jesús, como el apóstol Juan en la Última Cena y cuéntale aquello que te tiene intranquilo. Luego, dile que deseas poner tus preocupaciones a sus pies y dejarlas allí para que él las resuelva.
Aun si la oración no te trae una paz inmediata, podría aclarar tus pensamientos y ayudarte a pensar en algo que puedes hacer para solucionar el problema. Esto puede ser tan fácil como fijar un tiempo para hablar sobre tus inquietudes con un buen amigo, o bien un proceso más elaborado que el Espíritu Santo ponga en tu mente.
Por ejemplo, ¿estás preocupado por una de tus hijas? Acércate al Señor y pídele que la proteja en todo momento. Luego, trata de pensar en algo que puedes hacer tú para ayudarle. Tal vez puedes escribirle una breve nota asegurándole que la amas de verdad, o quizás te das cuenta de que necesitas dedicarle más tiempo a conversar con ella. O bien, puedes mantenerte en oración por ella pidiéndole al Señor que actúe en ella a su manera y en su tiempo. Sea lo que sea, hazlo, y ve qué ocurre.
La inseguridad es una parte muy real de la vida, pero con la ayuda del Señor, es posible tomar medidas para encontrar paz y tranquilidad.
“Señor mío Jesucristo, lléname de tu paz y ayúdame a confiar en que tú estás siempre dispuesto a cuidar a tus hijos.”
Salmo 85(84), 9-14
Lucas 5, 17-26
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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