«El sábado se hizo para el hombre» (Mc 2,27)
La felicidad verdadera consiste en el santo reposo y la santa saciedad de los cuales el sábado y el maná son símbolos. El Señor, después de haber dado el sábado y el maná a su pueblo, con el descanso y el alimento que prefiguraban la verdadera dicha que dará a los que le obedecen, les reprocha su desobediencia que puede hacerles perder los bienes más deseables: «¿Hasta cuándo rechazaréis guardar mis mandamientos y mi Ley?» (Ex 16,28). Después de esta pregunta del Señor, Moisés invita a sus hermanos a considerar los beneficios de Dios: «Fijaos en que el Señor os ha dado el sábado y doble porción del maná el sexto día para que consintáis en servirle». Esta advertencia significa que Dios dará a sus elegidos el descanso por su trabajo, y las consolaciones de la vida presente y de la vida futura.
Pero además, en este pasaje se nos sugieren dos formas de vida: la vida activa, en la que es preciso trabajar ahora, y la vida contemplativa por la cual se trabaja, en la cual nos emplearemos únicamente en la contemplación de Dios. La vida contemplativa, aunque sobre todo pertenece al mundo venidero, debe, sin embargo, estar representada en esta vida por el santo descanso del sábado. Refiriéndose a este descanso Moisés añade: «Que cada uno se quede en su casa; nadie debe salir el sábado». Dicho de otra manera: Que cada uno descanse en su casa y el sábado no salga para ninguna clase de trabajo. Esto nos enseña que en el tiempo de la contemplación debemos permanecer en casa, no salir a través de deseos prohibidos, sino recoger toda nuestra intención «por la pureza de corazón» [como dice san Benito] para pensar en solo Dios y amarle solo a él.
Balduino de Ford
El Sacramento del Altar: Felicidad verdadera
«El sábado se hizo para el hombre» (Mc 2,27)
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