El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva. (Lucas 4, 18)
En el Evangelio de hoy leemos que Jesús va a la sinagoga de Nazaret un día sábado, como era su costumbre, y lo invitaron a leer la Sagrada Escritura. Cuando terminó de leer el pasaje de Isaías 61, el silencio era absoluto, pues algo nuevo estaba sucediendo. Todos tenían los ojos fijos en él, cuando entregó el libro al asistente y se sentó. Cuando finalmente habló, todos estaban “asombrados de las hermosas palabras que salían de sus labios” (Lucas 4, 22). ¡Qué extraordinaria ocasión para los que estaban allí presentes!
Nosotros no tenemos ahora el privilegio de ver ni oír a Jesús en persona, pero sí podemos fijar la mirada en él y escucharlo todos los días, al encontrarnos con él en la oración y en las palabras de la Escritura, y también nos quedamos asombrados de sus hermosas palabras. La Iglesia enseña que la Escritura refleja el pensamiento de Dios, porque son palabras escritas por autores humanos, pero inspiradas e iluminadas por el Espíritu Santo.
Al leer los evangelios y escuchar su proclamación en Misa, llegamos a conocer la persona de Jesús y descubrimos cómo quiere él que vivamos. Dios nos da la Escritura no solo para que aprendamos la historia de Jesús, sino para que, al leerla, fijemos los ojos en Cristo, sepamos lo que él enseña y sigamos sus pasos.
Pero antes de leer la Escritura, es esencial hacer oración al Espíritu Santo y pedirle que ilumine nuestra mente, a fin de entender correctamente y aceptar lo que leamos. Nada mejor para entender lo escrito que la ayuda de quien inspiró el mensaje.
Los presentes en la sinagoga esperaban con sumo interés lo que Jesús les dijera, por eso estaban pendientes de sus palabras. Ojalá nosotros tuviésemos el mismo deseo intenso de recibir la Palabra de Dios al leerla cada día y al escucharla en Misa. Conforme la Iglesia continúe enseñándonos acerca de Jesús en este tiempo de Navidad, comprometámonos a leer la Biblia cada día, especialmente los evangelios, para que conozcamos a Jesús y nos maravillemos de sus palabras.
“Señor Jesús, te pido que me liberes de los pensamientos que me hacen creer que estoy demasiado ocupado para leer tu palabra diariamente. Abre mis ojos para que yo entienda lo que lea, y lléname de tu Espíritu para que, al leer, pueda fijar la mirada en ti.”
1 Juan 4, 19—5, 4
Salmo 72(71), 1-2. 14-15. 17
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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