domingo, 20 de enero de 2019

No tienen vino

Nunca como entonces se me ha presentado la Virgen en su específica función materna: la que me hace caer en la cuenta de lo que me falta.

Una madre preocupada de lo que no tengo.

Una madre que se da cuenta de lo que no soy… Como si me dijera: corres mucho, pero siempre llegas con retraso. Con retraso, sobre todo, respecto a ti mismo.

Te inquietas demasiado. Pero concluyes bien poco. Porque en tu existencia no hay espacio suficiente para el silencio, la adoración, la contemplación, la inutilidad. Sobre tu mesa está todo. Pero te falta… el resto. Eres pobre de lo esencial.

Hablas mucho de Dios, quizás demasiado. Y te olvidas con frecuencia de hablar con Dios, de dejarlo hablar.

Párate un momento, antes que sea demasiado tarde. Vive. No te dejes simplemente vivir. Vive de vida. No vivas del vacío, de la banalidad, de tonterías.

No rellenes el vacío con cosas inútiles. No debes limitarte a mirar con ansiedad el reloj. Has de dar un significado a los días, a las horas, a los minutos. Tienes necesidad urgente de un suplemento de ser.

“… No tienen vino”.

Vives sin alegría, y ni te enteras. Tu alegría, en efecto, es superficial, epidérmica, atada a la cantidad de bagatelas, y no anclada en las profundidades de tu ser. Y creo que esta función de “recordar” lo que nos falta es un quehacer de la Virgen en favor de todos los cristianos para que éstos, a su vez, lo ejerciten en favor del mundo entero.

En efecto, la función profética de la Iglesia me parece que consiste esencialmente en esto: Revelar y producir lo que falta a gente que se cree poseerlo todo. “La producción de bienes superfluos termina por hacer superfluo al hombre” (Passolini).

Nosotros, al contrario, debemos reafirmar la primacía absoluta del hombre. El hombre como medida de todo.

Debemos recordar que “Dios espera grandes cosas del hombre”.

Alessandro Pronzato
Comentario: No tienen vino.
El Pan del Domingo. Ciclo C. Sígueme, Salamanca, 1985, p. 215.

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