martes, 8 de enero de 2019

Para que el mundo se salve por él

Juan Pablo II
Homilía (extracto), en Uruguay el 09-05-1988

[…]8. La lectura de hoy, tomada del Evangelio de San Marcos, nos muestra a Jesús que siente compasión por la muchedumbre, y que realiza la multiplicación de los panes.

Nos dice el texto sagrado que, cuando se hizo tarde, se acercaron los discípulos de Jesús a decirle: “Despídelos…, que vayan a los cortijos y aldeas de alrededor y se compren de comer” (Mc 6,36). El Señor respondió: “Dadles vosotros de comer” (Ibíd. 6, 37). Y cuando se vio que las provisiones eran insuficientes, Cristo tomó lo poco que tenían, mandó que se sentaran todos sobre la hierba y se produjo el milagro: cinco panes y dos peces fueron suficientes para saciar el hambre de cinco mil hombres (cf. Ibíd. 6, 44). San Marcos añade que sobraron “doce cestos de pan y de… peces” (Ibíd. 6, 43).

Este acontecimiento es un testimonio elocuente de que la preocupación por el pan para el hombre acompaña siempre a la evangelización. Y el pan es símbolo de sus necesidades temporales. La Iglesia ha entendido así la evangelización a lo largo de la historia y, por eso, junto con la proclamación de la Buena Nueva, se emprendían iniciativas que buscaban satisfacer tales necesidades. Como bien señalaba mi predecesor Pablo VI, de feliz memoria, «evangelizar para la Iglesia es llevar la Buena Nueva a todos los estratos de la humanidad, es, con su influjo, transformar desde dentro, hacer nueva la humanidad misma: “Mira que hago un mundo nuevo” (Ap 21,5)» (Evangelii Nuntiandi EN 18).

La nueva evangelización, impulsada por el mandamiento del amor, hará brotar la deseada promoción de la justicia y el desarrollo en su sentido más pleno, así como la justa distribución de las riquezas y el respeto de la dignidad de la persona, como imperativo ineludible para todos y cada uno de los uruguayos. Y “en este empeño –como he indicado en la Encíclica “Sollicitudo Rei Socialis” –deben ser ejemplo y guía los hijos de la Iglesia, llamados, según el programa enunciado por el mismo Jesús en la sinagoga de Nazaret, a anunciar a los pobres la Buena Noticia…, a proclamar la liberación de los cautivos, la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor (Lc 4,18-19)” (Sollicitudo Rei Socialis SRS 47).

Dios, en efecto, ha amado tanto al mundo que le dio su Hijo unigénito “para que el mundo se salve por El” (Jn 3,17). El Hijo de Dios se ha dado a sí mismo para restituir al hombre la belleza de la imagen y de la semejanza de Dios. En la Cruz de Cristo y en su resurrección encuentra su fuente el “Evangelio de los pobres” y el “pan de la Eucaristía”, así como la fuerza curativa del Sacramento de la Reconciliación, “para vendar los corazones desgarrados” (Is 61,1).

Y, por más que en el camino de la evangelización a lo largo de la historia de la Iglesia –también en este continente– no falten las huellas propias de la debilidad y del pecado del hombre –del pecado multiforme–, a pesar de todo, elevemos nuestros ojos con gratitud a Aquel que nos “amó hasta el extremo” (Jn 13,1), y nos ha revestido con el manto de salvación (cf. Is Is 61,10). Démosle gracias por el amor, por la redención, por la Alianza con Dios en su Sangre. Por la fe y por la vida de fe. Agradezcamos al Señor los cinco siglos de evangelización en toda la América Latina.

¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!

Juan Pablo II
Homilía (extracto), en Uruguay el 09-05-1988

No hay comentarios:

Publicar un comentario