Alguien que no era de la comunidad usaba el nombre de Jesús para expulsar a los demonios. Juan dice: “Como no es de los nuestros, se lo prohibimos.” ¡En nombre de la comunidad impide que otro haga una buena acción!
Era la mentalidad cerrada y antigua del “pueblo elegido”. Jesús responde: “No se lo prohíban, porque no hay ninguno que haga milagros en mi nombre, que luego sea capaz de hablar mal de mí. Todo aquel que no está contra nosotros, está a nuestro favor.” Para el Señor, lo importante no es que la persona forme o no parte de la comunidad, sino que haga el bien que la comunidad debe realizar.
Jesús, el Maestro, es el eje, el centro y el modelo de formación para los discípulos. Por sus actitudes, demuestra lo que es el Reino, él encarna el amor de Dios y lo revela. Muchos pequeños gestos reflejan este testimonio de vida con que Jesús marcaba su presencia en la vida de los discípulos, preparándolos para la vida y la misión. Era su manera de dar forma humana a la experiencia que él mismo tenía de Dios como Padre.
La formación de los discípulos no es, en primer lugar, la transmisión de verdades para aprenderlas de memoria; es la demostración de una nueva experiencia de Dios y de la vida que irradia de Jesús hacia sus discípulos. La comunidad que se forma en torno a Jesús es la expresión de esta nueva experiencia. El amor de Cristo hace nacer en los fieles una nueva conciencia respecto de la misión y respecto de sí mismos, y abrir sus ojos para darse cuenta de la situación de los menos privilegiados y los excluidos.
Jesús es el maestro por excelencia. Cuando forma a sus discípulos los involucra en la misión; cuando ellos se equivocan, los corrige con firmeza, pero siempre con amor y en el momento oportuno; los ayuda a analizarse y discernir qué es lo más conveniente; los prepara para el conflicto y la persecución que sufrirán; les enseña que las necesidades de la gente están por encima de las reglas rituales; les ayuda a aceptarse a sí mismos; es exigente y pide que lo dejen todo por amor a él. Eso es lo mismo que nos pide a nosotros, sus discípulos.
“Amado Jesús, concédeme la gracia de aceptar tus palabras y tu ejemplo, para ser un buen discípulo tuyo.”
Eclesiástico 4, 11-19
Salmo 119, 165. 168. 171-172. 174-175
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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