Tras advertirles que pronto tendría que morir, pero que resucitaría al tercer día, leemos en el Evangelio de hoy que el Señor llamó a Pedro, Santiago y Juan y les ofreció una visión de la gloria venidera. El anuncio de su pasión, muerte y resurrección había dejado a los discípulos totalmente perplejos, desorientados y desanimados; por eso, les hizo presenciar su transfiguración, para calmar sus temores y reafirmar su fe, porque la visión divina les daba una idea cierta de lo que sería la realidad del futuro Reino celestial.
La transfiguración fue una revelación importante. Jesús había dicho que sus seguidores debían seguir sus pasos, tomar su cruz tal como él lo hizo, y llegar a ser como su Maestro (Marcos 8, 34-39); sin embargo, para que no se sintieran abrumados por la perspectiva de sufrimientos, persecución y muerte, les mostró algo de la vida gloriosa que ya les pertenecía. De esta manera, tranquilizaba a los discípulos y los alentaba a no desfallecer.
San Anastasio el Sinaíta urgía a todos los cristianos con estas palabras: “Sean como Pedro arrobado en la visión, ajeno a este mundo y a los atractivos terrenales. Dejen atrás la carne y acérquense al Creador, a quien Pedro dijo en éxtasis: ‘Señor, qué bueno que estemos aquí’” (Sermón sobre la Transfiguración del Señor).
Somos discípulos de Jesús, que continúan aprendiendo lo que significa ser seguidores suyos. Necesitamos recibir diariamente la enseñanza de Cristo y “escuchar la voz de Dios que nos llama desde la cima de la montaña… para ir [hasta allí] de prisa, como Jesús” (Sermón de San Anastasio), porque necesitamos su instrucción, su consuelo y su fortaleza, para que así experimentemos ahora mismo una parte de la plenitud que conoceremos cuando Jesús regrese en toda su gloria.
Cada día nos llama el Padre para que seamos renovados por su Hijo: en la Eucaristía, en la oración personal, en la meditación de su palabra o en el silencio de su presencia: “Sin duda, es bueno estar con Jesús y permanecer [con él] para siempre” (San Anastasio).
“Jesús, amado Salvador, no hay felicidad más grande que estar en comunión contigo y vivir en la luz. Ayúdanos a cumplir fielmente tus mandamientos y vivir según el amor y la verdad.”
Hebreos 11, 1-7
Salmo 145, 2-5. 10-11
Fuente Devocionario católico La Palabra con nosotros
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