Para responder a estar pregunta, permítanme primero recalcar que no existe ninguna doctrina católica específica en cómo utilizar el carisma de lenguas. Las breves referencias a las lenguas en la enseñanza de la Iglesia simplemente afirman que la glosolalia es uno de los carismas dados por el Espíritu Santo y que todos los carismas tienen por objetivo el bien común de la Iglesia (ver CIC № 2003). Por lo tanto, para discernir directrices pastorales sobre el uso adecuado del don de lenguas uno debe ir a la enseñanza de san Pablo en 1 Corintios 12-14, aunada al sentido común y la sabiduría práctica que procede de la experiencia.
La enseñanza de Pablo en la Primera carta a los corintios implica que existen dos formas diferentes del carisma de lenguas. La distinción entre las dos a veces se describe como «orar en lenguas» y «hablar en lenguas». «Orar en lenguas» es el don de lenguas como idioma de oración, una oración y una alabanza del corazón desbordantes que se expresa en voz alta pero no con sonidos racionales. «Pues el que habla en lenguas no habla a los hombres sino a Dios. En efecto, nadie le entiende: dice, en espíritu cosas misteriosas» (1 Co 14,2). Este carisma es algo muy cercano a la oración contemplativa. Pablo advierte que es valioso para el crecimiento espiritual de una persona (cf. 1 Co 14,4), e indica que esta forma de lenguas está al alcance de todos (cf. 1 Co 14,5). Esta forma de lenguas es común en la Renovación Carismática hoy, y varios de los santos al aprecer lo tuvieron, incluyendo Agustín, Bernardo, Teresa de Ávila y Juan Vianney. Santa Teresa escribió: «da nuestro Señor al alma algunas veces unos júbilos y oración extraña, que no sabe entender qué es… Parece esto algarabía, y cierto pasa así, que es un gozo tan excesivo del alma, que no querría gozarle a solas, sino decirlo a todos para que la ayudasen a alabar a nuestro Señor» (Castillo interior, VI.6.10). Existen muchos casos registrados de lenguas milagrosas, donde el que habla lo hizo en un idioma desconocido para él pero conocido para uno que escucha.
«Hablar en lenguas» es las lenguas en forma de mensaje público dirigido a la asamblea, un carisma menos común. En este caso, Pablo enseña que el mensaje en lenguas debe estar seguido de una interpretación. Si no, no tiene sentido alguno para las personas y no tiene la capacidad de edificarlas. Cuando un mensaje en lenguas va seguido de una interpretación, es de hecho una forma del carisma de profecía. Pablo subraya la superioridad de la profecía por su capacidad de fortalecer, alentar y consolar a los miembros del cuerpo de Cristo. «El que habla en lenguas se edifica a sí mismo; el que profetiza, edifica a toda la asamblea. Deseo que todos ustedes hablen en lenguas; prefiero, sin embargo, que profeticen. Pues el que profetiza supera al que habla en lenguas, a no ser que también interprete, para que la asamblea reciba edificación» (1 Co 14,4-5; ver 14,28).
El desorden que Pablo corrige es evidentemente un uso desordenado de esta segunda forma del carisma de lenguas. Lo que parece haber sucedido en Corinto es que las personas estaban diciendo mensajes en lenguas en voz alta sin respeto por el orden necesario o por otra persona que ya estaba hablando. Es por lo que Pablo les enseña: «En cuanto a los profetas, hablen dos o tres, y los demás juzguen. Si algún otro asistente tiene una revelación, cállese el primero. Pues todos pueden profetizar por turno para que todos aprendan y se animen» (1 Co 14,29-31).
Esto nos hace preguntarnos: ¿las personas pueden orar en lenguas todas a la vez? Aunque no podemos saber con certeza lo que sucedía en las reuniones de los corintios hace dos mil años, la experiencia carismática de nuestros días parece corresponderse de muchas maneras a lo que Pablo describe. Sabemos desde la experiencia contemporánea que cuando muchas personas cantan u oran en lenguas juntas (el primer uso de las lenguas descrito antes), existe una gran armonía provocada por el Espíritu. A veces existe una armonía notable en los tonos musicales. Lo que es más importante, existe una unidad espiritual producida por adorar al Señor en común acuerdo. Cada persona está alabando a Dios en una lengua diferente, pero todas las lenguas se combinan en unidad. Es lo opuesto a la discordia que Pablo describe cuando el don de hablar en lenguas se utiliza incorrectamente —es decir, cuando varias personas tratan de llamar la atención para dar un mensaje en lenguas al mismo tiempo—.
Pablo nos recuerda que el criterio máximo para el uso de las lenguas y de todos los dones carismáticos es el amor. «Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe» (1 Co 13,1). El amor es la motivación y objetivo que da a los dones su valor. Si somos fieles al consejo de Pablo, tanto la oración como el mensaje en lenguas glorificarán a Dios y edificarán a la asamblea en el amor.
Preguntas a la Comisión Doctrinal del ICCRs - Boletin 2012/4
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