pidiéndole, para probarle, señales del cielo» (Mc 8,11)
La señal para encontrar a Dios y conocerle es Dios mismo. Cuando nació nuestro Salvador, los ángeles fueron a buscar a los pastores para anunciarles su llegada cantando «Gloria in excelsis Deo.» Y cuando ellos quisieron asegurarse de la verdad de esa maravilla que escuchaban, los ángeles les dijeron: Id a verle y así creeréis y tendréis por cierto lo que os anunciamos; porque no hay otro medio ni señal segura para encontrar a Dios, que Dios mismo.
Es cosa segura que los doctores, los predicadores y todos los que tienen cura de almas nunca podrán hacer nada que valga la pena mientras no envíen a sus discípulos y a quienes enseñan, a la escuela de nuestro Señor, mientras no los sumerjan en ese mar de ciencia, mientras no los convenzan y conduzcan a la busca de nuestro querido Salvador para ser instruidos por Él.
Eso es lo que quería decir el gran apóstol cuando escribía a los Corintios: «¡Hijitos míos, a quienes he concebido y ganado para Cristo Jesús en medio de tantas penas, fatigas y trabajos; por quienes he sufrido tantos dolores! os aseguro que no os enseño para atraeros a mí, sino para conduciros a mi Señor Jesucristo.» A esto deben estar atentos los Superiores, porque sólo sacarán provecho llevando y enviando sus discípulos a nuestro Señor para que Él mismo les enseñe quién es, y aprendan de Él mismo a conocer y practicar todo lo necesario para su amor y servicio.
Sin duda, la meta principal de todos los predicadores es hacer conocer a Dios. Y los que dirigen y cuidan de las almas no deben buscar ni procurar sino que Aquél de quien predican y en cuyo nombre enseñan, sea conocido por todos.
Francisco de Sales
Sermón: Ya ha sido dado EL signo
«Los fariseos se pusieron a disputar con Él, pidiéndole, para probarle, señales del cielo» (Mc 8,11)
Sermón IX, 402
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