Una atadura espiritual es una influencia demoníaca oculta que entorpece o bloquea el progreso en la vida espiritual de una persona. Este tipo de esclavitud espiritual puede originarse cuando una persona busca un conocimiento, protección o poderes sobrenaturales por medios ocultos. Por ejemplo, formas comunes de buscar poderes ocultos son la brujería y la magia; formas corrientes de buscar un conocimiento oculto son la adivinación y el espiritismo. El espiritismo se refiere a la consulta de espíritus o almas de difuntos para saber u obtener algo. Existen muchas maneras de adivinación, incluyendo el uso de la astrología, el tarot, la lectura de la mano, la clarividencia y la geomancia —todas ellas pueden dar a las personas un conocimiento falso o envolvente de personas y eventos—.
Dios prohíbe terminantemente esas prácticas en la Escritura (Dt 18,10-12), puesto que representan un rechazo a la confianza en Él y un intento de manipular las fuerzas espirituales para alcanzar propósitos personales. El Catecismo también afirma claramente que todas esas prácticas son pecado grave, incluso cuando se hacen para devolver la salud (№ 2117).
La razón por la cual el implicarse con lo oculto es tan peligroso es que la persona puede quedar atada y esclavizada por espíritus malignos. Estos espíritus pueden utilizar la conexión de una persona con lo oculto para que se dé un beneficio aparente, solo con el fin de conducir a la persona a una atadura espiritual mayor. Por ejemplo, una niña de doce años siempre estaba enferma. Alguien le dio un amuleto para que lo llevase colgado en el cuello. La enfermedad desapareció inmediatamente. Pero la niña cayó en depresión, dejó de reír e intentó suicidarse. Satanás puede mantener el cuerpo en una salud aparente pero enviar el alma al infierno.
Cómo se originan las ataduras
A continuación pueden encontrar algunas de las causas fundamentales que dan origen a ataduras espirituales:
▪ Acciones que invitan a los demonios y suscitan ataduras espirituales, como, por ejemplo, la consagración a Satanás y los juramentos de sangre, la iniciación en el vudú, las órdenes esotéricas de sociedades secretas, la Nueva Era, la masonería, o los rosacruces.
▪ Las prácticas orientales —espirituales y basadas en energías— como el yoga, Tai Chi, Feng Shui, mantras, la meditación transcendental, Zen, reiki o la apertura de chakras.
▪ Consultar adivinos y seguir sus consejos: videntes, magos (brujos, santeros, hechiceros, etc.), astrólogos, hipnotizadores, tarotistas, chamanes y curanderos.
▪ Llevar amuletos, talismanes, signos del zodíaco, cuernos, fetiches, azabaches, dijes, patas de conejo, piedras bezoares, cemíes, anillos u objetos mágicos que se dice portan energía.
▪ Participar en sesiones de espiritismo con mesas giratorias, la güija, consultas con bolas de cristal, el juego de los abalorios o sesiones con médiums.
▪ Lectura aplicada de libros de ocultismo, satanismo y horóscopos. ▪ Lazos del alma o relaciones sexuales con maestros de lo oculto.
▪ Persistencia en cometer pecados veniales y mortales.
Cuáles son los efectos de las ataduras
Una atadura es devastadora espiritualmente. Esta debilita la fe, mata el deseo de alabar a Dios, de proclamar a Jesús como Señor y único mediador y de rezar a la Virgen María. Provoca ansiedad y desasosiego cuando una persona está en lugares sagrados. Pensamientos obscenos pueden asaltar la mente de la persona en presencia de la Eucaristía. Las prácticas ocultistas pueden dar origen a perversiones sexuales, alcoholismo, abuso de drogas, violencia contra los seres queridos y, en última instancia, depresión y tendencias suicidas. Puesto que estos síntomas pueden tener otras posibles causas, sin embargo, solo aquellos con formación y experiencia en el ministerio deberían intentar discernir si una persona tiene una atadura espiritual.
Cómo se rompen las ataduras
La liberación es posible mediante la oración hecha con autoridad en el Nombre de Jesucristo. Pero la persona que ha practicado el ocultismo debe tomar primero una decisión radical de conversión. Se deberían seguir estos pasos:
▪ Reconocer los pecados ocultos y confesarlos al Señor mediante el sacramento de la Reconciliación. ▪ Quemar y deshacerse de cualquier objeto o libro de lo oculto que posea (ver Hch 19,19 y Dt 7,25).
▪ Renovar las promesas bautismales y renunciar a Satanás, a sus obras y seducciones, haciendo una renuncia específica a cualquier forma de lo oculto en la que haya estado involucrado.
▪ Hacer una oración de liberación, con la ayuda de alguien maduro y lleno del Espíritu, para romper la ataduras, ejercitando la autoridad bautismal y así rechazar espíritus malignos en el Nombre de Jesús.
▪ Finalmente, consagrarse a Jesús y llenarse del Espíritu Santo. Jesús advirtió que no es suficiente con expulsar los espíritus malignos. «Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda vagando por lugares áridos en busca de reposo, pero no lo encuentra. Entonces dice: “Me volveré a mi casa de donde salí”. Y al llegar la encuentra desocupada, barrida y en orden. Entonces va y toma consigo otros siete espíritus peores que él; entran y se instalan allí, y el final de ese hombre viene a ser peor que el principio» (Mt 12,43-45). Si queremos experimentar una libertad completa y duradera, debemos dejar que nuestra mente y corazón se llenen con la Verdad que es Jesucristo. Esto tiene lugar por medio de la recepción frecuente de los sacramentos, la oración diaria y la lectura de la Escritura, la formación sólida y la relación con otros católicos con los que seamos transparentes y responsables.
Jesús vino a deshacer las obras del diablo y a liberar a los cautivos (1 Jn 3,8; Lc 4,18). Ninguno está condenado a permanecer en una esclavitud espiritual si se vuelven a Él con arrepentimiento y confianza.
Comisión Doctrinal del ICCRs
Muy buena información me gustó y me aclaro mucho, gracias
ResponderEliminarGracias por la información
ResponderEliminarUn tema muy interezante me gustaría saber más aún del mismo
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