Dios nos invita a vaciarnos de nosotros mismos. Que disminuya nuestra autosuficiencia, nuestra obra, nuestro ministerio. Aquí, disminuir no es ineficiencia. Juan Bautista fue tremendamente eficaz y humilde porque, desde el vientre materno, fue lleno de Espíritu Santo.
Dice la Palabra: “Este es el testimonio que dio Juan, cuando los judíos enviaron sacerdotes y levitas desde Jerusalén, para preguntarle: «¿Quién eres tú?. El confesó y no lo ocultó, sino que dijo claramente: «Yo no soy el Mesías». (Jn 1, 19-20) Ellos continuaron interrogándolo, diciendo: «¿Por qué bautizas, entonces, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?». Juan respondió: «Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay alguien al que ustedes no conocen: él viene después de mí, y yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia». (Jn 1, 25-27)
Si verdaderamente nosotros disminuyéramos, si fuéramos humildes y pobres como María, concebiríamos por obra del Espíritu Santo y daríamos a este país, el Salvador: Jesucristo. Ese es el plan completo del Señor: que seamos humildes y llenos de Espíritu Santo. Ese es el único modo de no ser malos operarios. Es necesario vaciarnos y pedir al Señor:
“¡Vacíame! Retira de mi toda autosuficiencia, el confiar solo en mí mismo, retira toda presunción, todo sentimiento de que soy el mayor, el poderoso; Yo el que realizo, el que hago, soy el mejor, el más eficiente, aquel que siempre acierta en todo y, si no estuviera, la cosa no caminaría. ¡Retira todo eso, Señor! Yo quiero ser realmente humilde. ¡Vacíame de mi mismo!”
Tu hermano,
Mons. Jonas Abib
Fundador de la Comunidad Canción Nueva
Adaptación del original en portugués
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