El Señor explica lo que es el infierno para que sepamos que vale mucho más la pena soportar cualquier sufrimiento transitorio aquí en esta vida antes que padecer eternamente en el “lago de fuego”.
Pareciera decirnos: “El Reino de mi Padre está abierto para todos, pero ustedes deben estar atentos para que el pecado no les impida entrar. Por eso les digo que cuiden cada uno de sus sentidos y se alejen de las tentaciones que el mundo les presente. Aprovechen todos los sentidos para cumplir la voluntad de mi Padre, y compartir con los demás el regalo de la vida que han recibido. Que sus ojos procuren ver a los demás con amor y transmitan lo que ustedes llevan en el alma.”
Dios nos ha regalado cada uno de los sentidos que tenemos como dones que nos permiten admirar su creación, degustar los alimentos, disfrutar de una música armoniosa, percibir el aroma de los perfumes y palpar las texturas.
Sin embargo, muchas veces los sentidos se dejan dominar por los placeres pasajeros del mundo sin siquiera darnos cuenta y en lugar de acercarnos a Dios, nos alejan de él. Es una pena que haya cristianos que no quieran ver esta realidad. Es un gran triunfo del demonio, que procura convencernos de que él no existe, ni tampoco el infierno, para que nos olvidemos de Dios y vivamos según las corrientes pecaminosas del momento, el libertinaje sexual, la irresponsabilidad social, el abuso del alcohol y las drogas, la indiferencia ante Dios y otras prácticas dañinas.
Pero no hay duda de que Dios está allí presente, y el infierno también, “donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.” Pero, Jesús es infinitamente misericordioso. Por eso, muere en la cruz para salvarnos y nos perdona cada vez que nos arrepentimos y le pedimos perdón en el Sacramento de la Confesión. Pero no nos olvidemos de que si alguien ha cometido pecado mortal y no se arrepiente ni se confiesa, puede sufrir “la exclusión del Reino de Cristo y la muerte eterna del infierno; de modo que nuestra libertad tiene el poder de hacer elecciones para siempre, sin retorno” (CIC 1861).
“Señor, te pido que me ayudes a ocupar cada uno de los sentidos y talentos que me has dado para amarte más profundamente a ti y a los que has puesto a mi cuidado.”
Eclesiástico 5, 1-8
Salmo 1, 1-4. 6
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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