domingo, 12 de enero de 2020

Este es mi Hijo muy amado

Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias. (Mateo 3, 17)

Hoy vemos que Jesús va al Jordán para ser bautizado por Juan, y nos llenamos de alegría al ver que el Espíritu Santo desciende sobre él y se escucha la voz del Padre, que declara: “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco.”

¡Qué inefable bendición el ser señalado como alguien que complace al Padre! Porque, ¿no estamos nosotros llamados también a ser, como Jesús, hijos fieles y obedientes que complacen al Padre? Sí, pero ¡es difícil! Recordemos que Cristo comunicó la fuerza regeneradora y purificadora del Espíritu Santo a las aguas del río Jordán, y por extensión a todas las aguas bautismales. Por eso, cuando somos bautizados empezamos a ser verdaderamente hijos de Dios.

Si uno pregunta: “¿Por qué quiso bautizarse Jesús si era santo?” La respuesta es clara: “Cristo se bautiza no para que las aguas lo santifiquen a él, sino para que él santifique las aguas” (San Máximo de Turín).

Pero no basta con la primera regeneración del Bautismo: necesitamos revivir constantemente la gracia bautismal por medio del proceso que llamamos la “conversión continua”.

El Bautismo sacramental es impactante por la manera como se manifiesta su eficacia en la persona bautizada, pero el gran reto es creer aquello que hemos recibido en el sacramento: no solo el perdón de los pecados, sino que llegamos a ser, por el Bautismo, hijos de Dios, que nacemos a la vida espiritual y en nuestro corazón llevamos la presencia del Espíritu Santo y quedamos sellados como pertenecientes al Cuerpo de Cristo.

Esta es una realidad que se cumple de manera efectiva en el Bautismo y se ratifica en la Confirmación. En efecto, todos los bautizados y confirmados hemos sido sellados con la marca indeleble de la pertenencia a Cristo Jesús, nuestro poderoso Salvador, y así pasamos a formar parte de la gran familia humana de Dios, la Iglesia.
“Amado Jesús, gracias por salvarme mediante el Bautismo y darme una vida nueva.”
Isaías 42, 1-4. 6-7
Salmo 29 (28), 1-4. 9-10
Hechos 10, 34-38

fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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