Evangelio según San Mateo 5,43-48
Jesús dijo a sus discípulos:
Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.
Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores;
así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos.
Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos?
Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos?
Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.
RESONAR DE LA PALABRA
Queridos amigos y amigas:
En el contexto del Deuteronomio la primera lectura de hoy tiene un carácter jurídico, es de hecho una fórmula de tratado, la ratificación formal de la alianza. En su simplicidad el texto tiene un claro objetivo didáctico de expresar la experiencia que el pueblo de Israel ha tenido con Dios. Ellos experimentan que Dios no es un ser absoluto, lejano, inaccesible. Dios es ante todo comunión, es cercano y entra en relación con su pueblo. Es Él quien toma la iniciativa de liberarlo de la esclavitud de Egipto y de caminar con ellos.
De este texto se desprende una intuición que nos puede iluminar en este tiempo de Cuaresma. Redescubrir que nuestra experiencia creyente, nuestra vida cristiana es una relación. Olvidar este aspecto relacional pude convertir nuestra vida espiritual en una lucha contra nosotros mismos o querer demostrarle algo a los demás. La llamada de Moisés al Pueblo de Israel a cumplir los mandatos y decretos del Señor no se limita a la observancia de unas normas. Es la invitación a entrar en una relación.
Una relación que se mueve desde la lógica del amor y la gratuidad. Hasta llegar a ser «Hijos del Padre Celestial». Es a partir de esta experiencia como seremos capaces de amar incluso a nuestros enemigos como pide Jesús a sus discípulos en el evangelio. Esa perfección a la que nos llama, no significa una serenidad inalterable, ascética pura, imperturbabilidad. Jesús nos revela que esa perfección es misericordia para todos, amor universal, bondad sin limites. Tender a la perfección significará conformar nuestro corazón con la voluntad del Padre bueno, que dona sus bienes sin hacer distinción.
Pidámosle a María nuestra madre que interceda por nosotros y nos obtenga de su Hijo la gracia de una verdadera conversión de nuestro corazón. Ella que supo encarnar en su vida el amor de Dios que nos salva y humaniza nuestro mundo.
Fraternalmente, Edgardo Guzmán CMF
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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