Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él. Pero otros fueron a ver a los fariseos y les contaron lo que Jesús había hecho. Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron un Consejo y dijeron: "¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchos signos. Si lo dejamos seguir así, todos creerán en él, y los romanos vendrán y destruirán nuestro Lugar santo y nuestra nación". Uno de ellos, llamado Caifás, que era Sumo Sacerdote ese año, les dijo: "Ustedes no comprenden nada. ¿No les parece preferible que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca la nación entera?". No dijo eso por sí mismo, sino que profetizó como Sumo Sacerdote que Jesús iba a morir por la nación, y no solamente por la nación, sino también para congregar en la unidad a los hijos de Dios que estaban dispersos. A partir de ese día, resolvieron que debían matar a Jesús. Por eso él no se mostraba más en público entre los judíos, sino que fue a una región próxima al desierto, a una ciudad llamada Efraím, y allí permaneció con sus discípulos. Como se acercaba la Pascua de los judíos, mucha gente de la región había subido a Jerusalén para purificarse. Buscaban a Jesús y se decían unos a otros en el Templo: "¿Qué les parece, vendrá a la fiesta o no?".
RESONAR DE LA PALABRA
Queridos amigos y amigas:
Estamos a las puertas de la Semana Santa y el drama se Jesús entra en su punto álgido de controversia; las autoridades traman su asesinato. En el Evangelio se nos relata cómo la fama de Jesús ha crecido debido a sus signos, en especial por el último realizado, la resurrección de su amigo Lázaro. Su popularidad se ha convertido en su peor amenaza, la gente ha creído en él, y tiene muchos adeptos, cosa que perturba a los jefes judíos, que temen perder de nuevo su templo y la débil paz de Israel.
El sumo sacerdote proclama unas palabras que se convierten, sin pretenderlo, en profecía: “es mejor que muera uno solo por el pueblo, y que no perezca toda la nación” (v.50) Jesús, el Siervo Sufriente, cargará sobre sí el pecado, los sufrimientos y la negatividad del mundo entero. Su entrega generosa y radical será el signo mayor por el cual todos creerán y tendrán vida plena.
Ante el acontecimiento pavoroso de la cruz Jesús siente miedo, el mismo miedo que experimentará en la noche de la agonía de Getsemaní, “por eso ya no andaba públicamente entre los judíos” (v. 54). Sin embargo, será en la cruz donde brillará la luz del amor que supera todo temor. Es en la cruz donde Jesús llevará a pleno cumplimiento la voluntad del Padre, revelando al mundo que es el amor el que salva y da vida verdadera. Esta es la verdad que nos libera. Esta es la verdad que acogerán las naciones como buena noticia.
Hoy estamos invitados a erradicar nuestro egoísmo y unirnos a Jesús en su entrega de amor. El ego se opone a la entrega, a la fidelidad, al servicio desinteresado. La cruz es el camino que nos conduce a la verdadera felicidad. Cuando seamos capaces de renunciar a nosotros mismos, a nuestros propios intereses, y pensar en el bien y la felicidad de los demás, brotará de nuestra vida el torrente inagotable de la fuerza del Señor. Sigamos a Cristo en la hora de su glorificación. Este es el tiempo oportuno.
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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