domingo, 9 de abril de 2017

Meditación: Mateo 26, 14—27, 66


Domingo de Ramos

Hoy comienza la Semana Santa, siete días en los que se renueva la gracia de la creación, pero no en el ámbito natural y físico, aunque ciertamente los acontecimientos que sucedieron en esos días fueron trágicamente “físicos”. Ahora se prepara la realidad humana para presenciar el inicio de la nueva creación, de la que Jesucristo, el nuevo Adán, es el primogénito.

Desde los primeros años de la Iglesia cristiana, los creyentes reconocieron que con la Pasión, la Muerte y la Resurrección de Cristo se cumplieron todas la profecías mesiánicas y se confirmó su identidad divina. El relato de Mateo que leemos hoy comienza sugiriendo que la traición de Judas se debió a la avaricia y que así se cumplió la profecía de Zacarías 11, 12.

Más tarde, cuando Pedro promete lealtad, Jesús predijo que lo iba a negar. Podemos ver a estos discípulos como figuras históricas con cualidades y debilidades únicas, pero también como personificaciones de todos los cristianos. Al escuchar este relato podemos comparar sus reacciones y sentimientos con los nuestros en circunstancias similares. Después del juicio, algunas personas inesperadas se acercaron a Jesús para ayudarle: el Cireneo, la Magdalena y José de Arimatea, como señales de que Dios está presente y activo en los lugares más inesperados.

La lectura de la Pasión prepara el escenario para los eventos de la Semana Santa. Por ejemplo: el Jueves Santo, en que la Iglesia celebra la institución de la Eucaristía, la lectura de ese día en el Evangelio de Juan es el lavado de los pies, no el relato de la Última Cena. La lectura de hoy termina acertadamente cuando la tumba queda sellada. Mateo es el único evangelista que incluye algunos signos que siguieron a la muerte de Jesús: el velo del Templo rasgado de arriba abajo, el terremoto, las rocas partidas, los sepulcros abiertos y la resurrección de varios muertos. Todo esto demuestra el efecto poderosísimo que tuvo la muerte de Jesús en toda la creación.
“Amado Señor Jesús, permite que en esta Semana Santa tenga yo una nueva apreciación de tu vida, tu pasión y tu muerte, para ver en ellas mi propio paso al Reino de Dios.”
Mateo 21, 1-11
Isaías 50, 4-7
Salmo 22(21), 8-9. 17-20. 23-24
Filipenses 2, 6-11

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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