en la hora de tu muerte se oscureció el sol.
La naturaleza misma se sintió herida.
En este momento histórico, en nuestro doloroso presente,
vivimos, percibimos y padecemos esa misma oscuridad.
Ya no fruto de un Amor herido.
Oscuridad fruto de corazones ensombrecidos.
La maldad desfigura los rostros, Señor, Tu mismo Rostro, Señor padece las secuelas de nuestras tibiezas y maldades.
Pero en la cruz te has hecho reconocer.
El Rostro Divino del Cordero resplandece aún en el dolor.
Porque eres el que sufre y el que ama, eres el que ha sido ensalzado.
Y desde allí has triunfado.
En esta hora del mundo y de nuestros corazones, hora de oscuridad y turbación, ayúdanos a reconocer tu rostro.
A creer en ti y a seguirte en el momento de la necesidad y de las tinieblas.
Muéstrate de nuevo al mundo en esta hora.
Haz que se manifieste tu salvación.
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