Jesús dijo a sus apóstoles: "No piensen que he venido a traer la paz sobre la tierra. No vine a traer la paz, sino la espada. Porque he venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre y a la nuera con su suegra; y así, el hombre tendrá como enemigos a los de su propia casa. El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará. El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a aquel que me envió. El que recibe a un profeta por ser profeta, tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, tendrá la recompensa de un justo. Les aseguro que cualquiera que dé de beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa". Cuando Jesús terminó de dar estas instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí, para enseñar y predicar en las ciudades de la región.
RESONAR DE LA PALABRA
Queridos hermanos:
Iremos contemplando estos días el proceso que va haciendo el pueblo de Israel en Egipto: «Mirad, el pueblo de Israel está siendo más numeroso y fuerte que nosotros; vamos a vencerlo con astucia, pues si no, cuando se declare la guerra, se aliará con el enemigo, nos atacará, y después se marchará de nuestra tierra.» Si lo pensamos bien, con frecuencia, el miedo nos lleva a protegernos de fantasmas con ataques innecesarios. Y cuanto más inexistente es aquello que tememos, más va creciendo como una rueda imparable. ¿Por qué tememos lo que tememos?
El evangelio de hoy nos aporta otra perspectiva. No siempre es fácil de encajar: «No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz; no he venido a sembrar paz, sino espadas. He venido a enemistar.» Parece que el secreto está en la salsa, como dice el dicho… Es decir, en el cómo, en lo que acompaña, en el sentido, en el sabor de fondo… en el por qué de lo que hacemos. No es lo mismo recibir a un profeta porque es profeta que por ganarse el aplauso del público. No es lo mismo cargar la cruz por Cristo que cargarla por un malsano sentimiento de culpa o un victimismo.
La pregunta que me queda entonces hoy es el por qué…. ¿Por qué hago tal cosa? Por qué ataco a tal persona? Por qué me siento perseguida y violentada en tal situación? Por qué sigo a Jesús? ¿Por qué cargo la cruz?... Y sobre todo, ¿por qué diría Jesús que no ha venido a sembrar paz sino a enemistar? ¿Acaso es un aviso para que no nos conformemos con cualquier paz en nombre de Dios ni nos traguemos cualquier guerra en nombre del Evangelio?
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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