miércoles, 5 de julio de 2017

Evangelio según San Mateo 8,28-34. 
Cuando Jesús llegó a la otra orilla, a la región de los gadarenos, fueron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros. Eran tan feroces, que nadie podía pasar por ese camino. Y comenzaron a gritar: "¿Que quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?" A cierta distancia había una gran piara de cerdos paciendo. Los demonios suplicaron a Jesús: "Si vas a expulsarnos, envíanos a esa piara". El les dijo: "Vayan". Ellos salieron y entraron en los cerdos: estos se precipitaron al mar desde lo alto del acantilado, y se ahogaron. Los cuidadores huyeron y fueron a la ciudad para llevar la noticia de todo lo que había sucedido con los endemoniados. Toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, al verlo, le rogaron que se fuera de su territorio. 


RESONAR DE LA PALABRA

Enrique Martínez, cmf
ENDEMONIADOS... E INCÓMODOS
La otra orilla es una orilla pagana, impura. Los endemoniados son dos hombres impuros, que viven en lugar impuro (los sepulcros). Y además los cerdos son considerados animales impuros. Es decir, que lo impuro está muy presente en esta escena evangélica. Y con ello se va a enfrentar Jesús.
¿Qué es lo impuro? Generalmente suele considerarse tal aquello que nos resulta esconocido, que nos da miedo, lo que es « distinto» a nosotros, lo que pensamos que nos puede hacer daño de alguna manera... y procuramos apartarnos de ello. ¿Quién declara que algo es impuro? En muchos casos es una tradición que se remonta lejos, que forma parte de la sociedad, y que no suele cuestionarse, pues quien lo hace, probablemente no salga bien parado. En todas las culturas hay «lo impuro», aquello que es mejor tener «escondido», apartado y«controlado» dentro de lo posible. Cada cual puede buscarse sus propios ejemplos.
¿Quiénes son estos endemoniados? La descripción de Mateo es bien escueta: un endemoniado es alguien que no es dueño de sí mismo; hay algo en él que tiende a destruirle, que no le deja «ser» (basta con mirar el efecto que causan en los cerdos: se lanzan por un acantilado). Viven en los sepulcros, esto es, son considerados «fuera» de la sociedad, sin «vida» en ellos, desagradables, y a la vez ignorados si no fuera por el miedo que producen. Son violentos, aunque seguramente ellos no tengan la culpa: ¿Qué les habrá llevado a tener dentro tal violencia, que nadie se atreve siquiera a acercarse o pasar por aquel camino? Solitarios, rechazados, bloquean la relación, el acercamiento, el encuentro, y gritan provocadores.
Pero algo hay en ellos sorprendente: Saben reconocer que ese Jesús que pasa es el Hijo de Dios... en contraste con el resto de la población que... le rogará -muy educadamente, eso sí- que se marche de su territorio. Estos gerasenos no muestran ninguna alegría ni sorpresa por la curación de aquellos dos desgraciados. No sé si valoraban más sus puercos, o preferían que nadie alterase esa estricta división entre puro/impuro, o tal vez no estaban dispuestos a reconocer que la presencia liberadora del Nazareno exigía algo de ellos. Mateo no da explicaciones. Aquel exorcismo para las gentes de la otra orilla ha sido perfectamente inútil, y hasta incómodo.
Todo esto ha ocurrido «antes de tiempo», porque el triunfo de Jesús sobre las fuerzas que destrozan al hombre -y muy en particular la muerte, los sepulcros- tendrán lugar tiempo después, así como la supresión de las barreras entre lo puro y lo impuro. Para nosotros, todo esto ya ha tenido lugar... y nos deja un reto en el aire: Ir como Jesús a esos numerosos lugares donde hoy hay tantos «endemoniados» e «impuros», «violentos», marginados, sin-vida... para hacer posible el encuentro y la liberación. La otra opción es, como los de Gerasa, procurar que las cosas sigan como están... y rogarle a Jesús (a sus discípulos de hoy) que se vaya a otro sitio.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

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