domingo, 2 de julio de 2017

Meditación: Mateo 10, 37-42


XIII Domingo del Tiempo Ordinario

El que salve su vida la perderá y el que la pierda por mí, la salvará. (Mateo 10, 39)

En ningún pasaje de la Escritura vemos una mejor demostración de este principio que en la muerte de Cristo en la cruz. Ofreciendo voluntariamente su propia vida, él se dejó maltratar y crucificar simplemente por amor a nosotros y obediencia al plan de su Padre. En ese momento, el más decisivo de toda la historia humana, se produjo la victoria de la vida sobre la muerte: Jesús derrotó el principio egoísta del pecado y allanó el camino para que todos sus discípulos tuvieran parte en su victoria.

En las aguas del Bautismo todos fuimos sepultados con Cristo y recibimos el poder de la resurrección en forma de semilla (Romanos 6, 3-4). Ahora, por nuestro deseo de recibir el amor del Padre, le damos a esa semilla la oportunidad de crecer y fructificar. Por cierto, no nos parece atractivo en absoluto el morir al yo —para obedecer los mandamientos de Dios y servir a los necesitados— pero en realidad es el portal por el que entramos a la vida del Espíritu, no sólo cuando morimos, sino aquí y ahora mismo, a medida que la vida y el poder de Dios se van haciendo presentes en nosotros con una gloria cada vez mayor. Esto fue lo que experimentó Cristo, y gracias a su cruz, ahora es posible para todos nosotros.

Con todo, cada día experimentamos que el egoísmo está muy arraigado en nosotros mismos. Por eso, todo el que desee ser colaborador en el Reino de Jesús puede desistir de esta lucha diaria, por lo cual tenemos un vasto campo para aprender esta nueva vida. Incluso, si no podemos despojarnos del mal que nos afecta hasta el fin de la vida, lo que importa es que sigamos luchando contra él hasta el último día. Pero esto no lo hacemos solos; el Espíritu Santo nos ayuda siempre en la lucha contra el mal.
“Amado Señor, enséñame a negarme a mí mismo para aprender a perder mi vida para ganar la tuya, y así abrir mi corazón a la acción del Espíritu Santo.”
2 Reyes 4, 8-11. 14-16
Salmo 89(88), 2-3. 16-19
Romanos 6, 3-4. 8-11

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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