“Gracias Padre… has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla.” (Mateo 11, 25)
En su oración de gratitud al Padre, Jesús reconoció que la sabiduría divina está oculta para los “sabios”. Pero, ¿por qué se oculta Dios de aquellos que son muy instruidos e influyentes? ¿No sería mejor revelarse a ellos primero y usarlos para convencer a los sencillos? Sin embargo, si estudiamos el modo en que Dios ha actuado a través de la historia, veremos que no se trata tanto de que Dios se “esconda” de la gente, sino que son las personas quienes tratan de esconderse de él.
Lo cierto es que Dios no quiere ocultarse de nosotros. ¡No! En realidad, quiere darse a conocer y hacernos comprender cómo razona él y cuáles son sus sentimientos. Pero como lo dijo Jesús, Dios se revela a los sencillos e inocentes, como niños, y este es el verdadero desafío para todos nosotros. Lo bueno es que Dios quiere revelarse a nosotros libremente, sin que tengamos que merecer este magnífico don.
Pero hay que entenderlo claramente. El hecho de aceptar esta revelación puede ser costoso, porque nos exige admitir que lo necesitamos a él, pues no tenemos todas las respuestas sobre la vida, ni las soluciones para todas las dificultades, ni las propias ni las de nuestra familia. Reconocer esto no siempre es fácil, porque es un desafío para nuestra soberbia y nos pone en una posición de dependencia; significa dejarle a Dios el control de nuestra vida, para que Jesús reine sobre nosotros.
El teólogo padre Hans Urs von Balthasar observó que cuando Jesús dijo “a menos que ustedes se hagan como niños pequeños” (Mateo 18, 3), no pensaba sólo en los pequeñitos, sino en él mismo. Porque él se hizo un niño durante unos años, pero durante toda su vida en la tierra, renunció a sus propios medios y buscó la sabiduría y el plan del Padre para su vida, con la sencillez y la humildad de un niño. Y precisamente por esta naturaleza “de niño”, Jesús fue capaz de oír y obedecer siempre la palabra de su Padre.
Así pues, sigamos el ejemplo de Jesús y seamos como niños pequeños en la presencia de nuestro Padre.
“Dios y Padre mío, ayúdame a ser como niño y buscar tu voluntad sabiendo que tú siempre quieres lo mejor para mí.”Éxodo 3, 1-6. 9-12
Salmo 103(102), 1-4. 6-7
fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros
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