domingo, 9 de julio de 2017

Meditación: Mateo 11, 25-30


XIV Domingo del Tiempo Ordinario

San Roberto Belarmino (1542-1621) escribió: “Señor, ¿quién no te serviría de todo corazón si alguna vez hubiese gustado sólo un poquito de la dulzura de tu señorío?… ¿Qué sería más fácil o más agradable sino amar esa bondad, belleza y amor, que eres tú mismo Señor, mi Dios?” (La elevación de la mente hacia Dios, Paso 1). Pero, si el yugo de Jesús es tan atractivo, como dice Belarmino, ¿por qué nos alejamos de él? ¿Por qué nos cuesta tanto obedecerle?

Quizás la respuesta está relacionada con el gozo que sintió Jesús porque el Padre se había revelado a los “pequeños”, y no a los sabios ni a los instruidos (Mateo 11, 25). El sabio e instruido —que confía en su propio intelecto— no puede ver el atractivo de Jesús. Como muchos de los escribas y fariseos de esos tiempos, la gente de hoy tampoco acepta la obra del Espíritu, que revela el amor del Padre a los mansos y humildes de corazón y les permite caminar junto a Jesús.

Cuando los mandatos del Señor nos parecen un yugo difícil de llevar, debiéramos preguntarnos: ¿Estamos tratando de conocer a Dios con nuestros propios razonamientos, o le pedimos al Espíritu Santo que nos guíe y nos conceda entendimiento? ¿Experimentamos el gozo y la libertad que guardan para nosotros la cruz y la resurrección de Cristo, o vemos la vida cristiana únicamente en términos de reglas y mandamientos? Lo que respondamos a estas preguntas puede indicarnos si estamos viviendo por el Espíritu o por nuestras propias fuerzas.

San Pablo explica claramente lo que significa vivir según el Espíritu o según la carne, o sea cediendo a nuestras propias inclinaciones: “La ley del Espíritu de la vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte” (Romanos 8,2). Por su propia experiencia, San Pablo advirtió: “Si ustedes viven de ese modo, ciertamente serán destruidos. Por el contrario, si con la ayuda del Espíritu destruyen sus malas acciones, entonces vivirán.”
“Señor mío y Dios mío, enséñame a vivir según tu voluntad. Te pido que me hagas experimentar hoy el amor del Padre para librarme de la ley del pecado.”
Zacarías 9, 9-10
Salmo 145(144), 1-2. 8-11. 13-14
Romanos 8, 9. 11-13

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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