miércoles, 5 de julio de 2017

Meditación: Mateo 8, 28-34


Santa Isabel de Portugal y San Antonio María Zacaría

Es interesante observar que, en el encuentro con los endemoniados de la lectura de hoy, Jesús accedió a la petición de éstos pronunciando apenas dos palabras: “Está bien.” Estos endemoniados merodeaban por el vecindario, dando violentos gritos y haciendo destrozos. Cualquier persona que se aproximara corría peligro. Sin embargo, dos palabras de Jesús bastaron para que los demonios salieran de sus víctimas y se arrojaran al vacío para su propia destrucción.

Es posible que la palabra “endemoniado” no tenga gran significado para la gente de hoy. Eran personas absolutamente incapaces de cambiar su condición; el mal que llevaban dentro no sólo los dominaba completamente, sino que los poseía. Tan absoluto era el control que ejercía el mal sobre ellos, que no sólo aterrorizaban a los demás, sino que se maltrataban a sí mismos (véase Marcos 5, 5). En realidad, no tenían esperanza alguna de librarse; estaban en una situación sin remedio, lo que aumentaba la ferocidad de su conducta.

Pero Jesús, consciente de todo este mal, sencillamente se les acercó y con sólo dos palabras cambió la situación, porque los demonios, como toda la creación, están sometidos a Cristo. Aquel para quién y por medio de quién todo fue creado tiene autoridad sobre todos los elementos del cielo, la tierra y hasta debajo de la tierra. Es importante saber esto, porque el mal que poseía a estos dos hombres es el mismo que nos acosa hoy en el mundo. Nada ha cambiado, pero tampoco ha disminuido el poder ni la autoridad de Jesús.

El Señor desea destruir todo el mal y hacer brillar su luz en nuestra vida. Por lo tanto, jamás hemos de tener miedo de acercarnos a él para pedirle sanación y liberación. Él saca a la luz las tinieblas y proyecta el resplandor de su amor sobre todos los que lo buscan. Escuchémosle cuando nos habla en la oración y en la Sagrada Escritura. El Señor anhela vivir en nuestro corazón. Cualesquiera sean los problemas o males que enfrentemos, debemos tener la seguridad de que Cristo Jesús lo está controlando todo. En realidad, podemos contar con que él nos ayude incluso en las horas de mayor dolor u oscuridad.
“Señor y Salvador mío, tu poder es ilimitado. A tus pies pongo todas mis necesidades y las de mis seres queridos. Disipa las tinieblas de mi vida, Señor, y lléname del resplandor de tu amor.”
Génesis 21, 5. 8-20
Salmo 34(33), 7-8. 10-13

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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