jueves, 6 de julio de 2017

Meditación: Mateo 9, 1-8


Santa María Goretti, virgen y mártir

Ten confianza, hijo. Se te perdonan tus pecados. (Mateo 9, 2)

A pesar de relatar diez milagros en sólo dos capítulos (Mateo 8,1—9,38), las curaciones no eran lo que más le interesaba al evangelista. Más importante era demostrar que Jesús es el Mesías, que libraría al mundo del pecado y de la oscuridad por medio de su cruz, y que inauguraría el Reino de Dios. Sin su obra salvífica, no hay perdón de los pecados, y sin perdón de los pecados, no hay salvación ni sanación.

El paralítico que hoy nos presenta el Evangelio experimentó realmente dos tipos de curación: física y espiritual. Las dos son señales de la venida del Reino, en que el Hijo del hombre completará su obra de curación y restauración. Pero claramente hay una conexión entre ambas curaciones, porque Jesús confirmó su autoridad para perdonar los pecados demostrando su poder para sanar.

Los que critican la Sagrada Escritura tratan con frecuencia de desacreditar los relatos de las curaciones porque no ven ninguna conexión entre la curación física y las fuerzas espirituales, buenas o malas. La mayoría de nosotros no atribuimos todas las enfermedades a la acción de los demonios, ni tampoco todas las curaciones a la acción divina; sin embargo, por el pecado la enfermedad y los trastornos fueron desencadenados en el mundo perfecto que Dios había creado al comienzo de la historia.

Los médicos continúan encontrando, incluso hoy, una multitud de factores fuera del ámbito físico, incluida la oración, que pueden tener efectos en la sanación de enfermedades. En efecto, los milagros demuestran que la realidad está abierta al poder transformador de Dios.

La multitud estaba asombrada no sólo por el milagro obrado por Jesús, sino también porque Dios había dado tanta autoridad a los seres humanos. Mateo nos hace ponderar esta verdad (cosa que él y las primeras comunidades cristianas sin duda lo hacían) y considerarla a la luz de lo que se nos ha revelado acerca de Jesús como el Mesías de la palabra y la obra. Verdaderamente, hay que tomar en serio a Cristo, el Redentor del Mundo.
“Señor Jesús, tú sabes cuánta curación necesito en mi vida. Abre mi corazón y líbrame de toda atadura para que te deje actuar en mí y me sanes. Quiero llegar a saber que tú eres verdaderamente el Mesías prometido, que ha inaugurado el Reino de Dios.”
Génesis 22, 1-19
Salmo 115(114), 1-6. 8-9

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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