Una primera causa de la tristeza puede ser la ausencia de un placer, existente o esperado; de igual forma, la pérdida de algún bien material o la insatisfacción de algún anhelo carnal o la decepción que esto supone. En este caso, el remedio para la tristeza es, esencialmente, la renuncia a los deseos y placeres carnales, además del desapego y el desprecio a lo material. San Máximo el Confesor señala que “quien huye de los apetitos del mundo, se eleva más allá de toda tristeza terrenal” y ofrece como remedio para la tristeza el rechazo a todo lo material. San Juan Climaco señala también que: “El que odia al mundo se libra de la tristeza; por el contrario, quien se aferra a las cosas del mundo, no podrá escapar jamás de ella. Porque, ¿cómo no angustiarse, si le falta aquello que le hace feliz?”. Y agrega Evagrio: “Aquel que se cuida de los placeres del mundo es como una fortaleza inexpugnable para el demonio de la tristeza. Porque la tristeza es la ausencia de un placer, sea presente, sea esperado. Y no se puede vencer a un enemigo semejante, si conservamos una perniciosa inclinación por alguna cosa de este mundo. Porque extenderá sus redes y nos provocará tristeza ahí en donde vea que somos atraídos con mayor fuerza”.
Debido a que todas las pasiones se cimientan en el amor por los placeres, se entiende que la curación de la tristeza se halla estréchamente relacionada con la de aquellas otras pasiones. Evagrio lo interpreta de esta forma: “La tristeza aparece cuando no obtenemos lo que deseamos materialmente. Y ya que toda pasión depende de un deseo, quien sepa vencer sus pasiones nunca será sometido por la tristeza. [...]. Aquel que haya vencido sus vicios ha vencido también la tristeza, pero el que se deje vencer por ellos jamás podrá librarse de esta última. Aquel que ama al mundo se entristece con frecuencia [...]. Pero quien desprecia los placeres del mundo no se deja dominar por los pensamientos tristes”.
El hombre dominado por su propio cuerpo no sólo anhela bienes materiales, sino también el honor y la honra del mundo... y recordemos el vínculo entre la tristeza y la vanagloria. Por eso, una de las principales causas de la tristeza es la frustración del hombre que no recibe la honra del mundo, o la recibe en ínfima medida, no como él cree merecerla.
En este caso, la tristeza se sana renunciando a la dignidad del mundo, o siendo indiferentes ante ella, aunque los demás nos la ofrezcan. “Para librarte de la tristeza [...] aprende a despreciar tanto los honores como el prestigio en el mundo”, exhorta San Máximo.
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