Todo lo hacen para que los vea la gente (Mateo 23, 5).
Estas pocas palabras explican por qué Jesús habló tanto en contra de la hipocresía de los fariseos y otros jefes religiosos. Jesús era totalmente distinto de sus opositores, y sabía que las acciones de ellos no estaban motivadas por el deseo de hacer la voluntad de Dios.
¿Era que los fariseos en realidad trataban de ponerse en contra de Dios? No, claro que no. Eran personas como nosotros; y la mayoría probablemente trataba de hacer lo correcto. Pero debido a que su atención estaba centrada en la ley y sus tradiciones, no llegaron a reconocer la oportunidad que se les presentaba en la Persona de Cristo de desarrollar una comunión más íntima con Dios, que pudo haberles transformado la vida. Sus muchas actividades y responsabilidades y su deseo de ganarse la admiración de los demás relegaban a segundo plano su deseo de profundizar su vida espiritual.
¡Con qué facilidad dejamos que las tradiciones, las actitudes legalistas y hasta otras personas ocupen el lugar que le corresponde a Dios! Jesús vino a darnos a conocer al Padre; vino a elevarnos el corazón hacia Aquel que puede comunicarnos toda la sabiduría, la fortaleza y la guía que necesitamos. Naturalmente, nos hace falta el testimonio de otras personas y todos nos podemos ayudar mutuamente para agradar al Señor; pero al fin de cuentas, lo mejor que alguien puede hacer por nosotros es ayudarnos a acercarnos a Dios, que nos está esperando para atender a todas nuestras necesidades.
El Señor está siempre deseoso de manifestar su gran generosidad. Permítale demostrarle que él puede responder cabalmente a todas sus interrogantes y darle lo que usted necesite. Dedique tiempo a leer la Palabra y a orar; luego espere y observe cómo le llegarán las respuestas de su Dueño y Maestro. Pídale a Jesús que le ayude a desarrollar una comunión personal e íntima con Dios; a su vez, mientras hace buenas cosas en nombre del Señor, pregúntese: “¿Por quién estoy haciendo esto?” Gradualmente, la respuesta será más frecuente y clara: “Todo lo estoy haciendo por Dios y para él.”
“Padre eterno, gracias por la salvación que nos has concedido en Cristo Jesús. Deseo obedecerte y te pido que continúes formándome a imagen y semejanza de tu Hijo, para que yo te agrade en todo lo que haga.”
Fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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