Jesús dijo a sus discípulos: "El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día". Después dijo a todos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde y arruina su vida?RESONAR DE LA PALABRA
Juan Lozano, cmf
Querido amigo/a:
Nuestra oración de hoy, de la mano de la Virgen María (Ntra. Sra. de Lourdes), es por todos los enfermos, pues hoy se celebra su jornada mundial con el lema «Confiar en Jesús misericordioso como María: “Haced lo que Él os diga» (Jn 2,5) (que puedes leer pinchando sobre el título). En muchos lugares, especialmente en la pequeña localidad francesa que acoge a miles de peregrinos, se van a celebrar diversos actos de oración y se administrará el sacramento de la Unción a muchos enfermos. Muchos voluntarios y enfermos que han vivido la experiencia de Lourdes la narran como una auténtica experiencia de alegría en medio de la enfermedad. De hecho así se llama el tren que traslada a los enfermos que allí se dirigen: “el tren de la alegría”; pues aunque no todos vuelven curados, todos regresan contentos y con la fuerza suficiente para afrontar su enfermedad.
Especialmente me gustaría que nuestra oración fuera dirigida a los enfermos que no tienen recursos, que viven sin la atención sanitaria y humana básicas, que se sienten solos a la hora de enfrentar su enfermedad. De alguna manera ellos se identifican muy bien con la profecía de Jesús en el evangelio de hoy: El Hijo del hombre tiene que padecer mucho. Ellos cargan con cruces muy pesadas. Oración dirigida también a todos los profesionales de la sanidad que trabajan desde una vocación de entrega para hacer la vida de los pacientes más agradable.
Sin embargo, bien sabemos que la enfermedad no sólo es física. Todos padecemos enfermedades “del alma”, heridas del corazón que de alguna u otra manera nos han tocado en la línea de flotación y todavía están sin cicatrizar. Heridas ocasionadas en el camino de la vida.
La Cuaresma que acabamos de inaugurar nos propone, a través de la oración y la revisión sincera y pacífica de nuestra vida, poner nombre a estas heridas o, en lenguaje evangélico, poner nombre a las cruces que llevamos a cuestas. Poner nombre significa ser consciente de ellas, aceptarlas, pedirle al sanador de Nazaret que cure las que sean curables, y que nos ayude a llevar con dignidad cristiana aquellas que nos acompañarán hasta los últimos días de nuestra vida. Él, que cargó con la cruz, nos ayuda a llevar la nuestra. No estamos solos.
Jesús atendió a los enfermos. No vemos en el evangelio ningún caso de indiferencia o desatención por su parte. Lamentablemente sí los vemos en nuestro entorno, enfermos que sufren en soledad su dolor. No permitas que ninguna persona enferma cercana a ti esté sola; puede tener todo lo material, pero lo que más necesita es tu compañía, tu cariño, tu comprensión, el regalo de tu persona; esta es la mejor medicina que puedes darle.
María, Ntra. Sra. De Lourdes, ruega por todos tus hijos e hijas que están enfermos, ruega por todos nosotros, por nuestras enfermedades, las del cuerpo y las del espíritu. Que tu intercesión poderosa nos libre de todo mal, de toda parálisis, de todo egoísmo destructivo, de la pobreza de tener un corazón cerrado.
Tu hermano en la fe.
Juan Lozano, cmf.
Comentario Publicado en Ciudad Redonda
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