Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.
RESONAR DE LA PALABRA
Fernando Prado, cmf
Jesús nos invita a lo extraordinario. No quiere que seamos como los demás, como aquellos paganos que no han conocido que en el rostro del otro está el rostro del hermano y hasta del mismo Cristo.
Frente a los judíos, que viven de la antigua ley, Jesús propone una ley nueva que ha de llevar a los que la quieran vivir hasta el heroísmo de “amar al enemigo” o incluso “rezar por los que nos persiguen”.
La propuesta de Jesús es un camino radical. Se trata de buscar el amor perfecto, asimilable al de Dios. La frase “Sed perfectos, como vuestro Padre es perfecto” nos recuerda otra similar: “Sed misericordiosos, como Dios es misericordioso”. Es la invitación del año jubilar que estamos celebrando. En Jesús hemos reconocido el rostro misericordioso del Padre. Como Él, nosotros también estamos invitados a ser un reflejo de su ser. La Iglesia, que quiere ser en el mundo como un sacramento de Cristo, está llamada a vivir esta invitación. Todos y cada uno estamos invitados a ser misericordiosos como el Padre.
Y no es una invitación para vivirla únicamente a título individual, cada uno de nosotros, sino también una invitación a reflejar esa misericordia y ese amor como institución. Al hacerlo, la Iglesia se convierte en madre y cuando la Iglesia es madre, se hace fecunda. Cuando no lo es, se esteriliza. No seamos nosotros, individual o colectivamente, motivo que afee, con nuestra vida o nuestros comportamientos, el bello rostro de esta Iglesia que es, antes que nada, Madre.
Tu amigo y hermano,
Fernando Prado, CMF
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