El Señor sabe cómo somos y cuáles son nuestras luchas y aspiraciones, pero lo que él desea es llevarnos más cerca de su perfección.
Reflexionando sobre lo que dijo Jesús, de “amar a los enemigos,” San Cipriano, en el siglo III d.C., alentaba a sus feligreses a poner atención a cómo se relacionaban los unos con los otros. Tomemos en serio sus palabras hoy y pidámosle al Espíritu Santo que nos libre de toda división, celos y orgullo:
“Si quieres alcanzar los premios del cielo, despójate de toda mala intención y refórmate en Cristo. Tienes que quitar las espinas y los abrojos de tu corazón para que la semilla del Señor produzca una cosecha abundante, de manera que la amargura que se ha depositado en tu corazón sea diluida por la dulzura de Cristo. Al recibir el sacramento de la cruz, deja que el madero que figuradamente endulzó el agua en Mara actúe en la realidad para ablandarte el corazón.
“Ama a los que odiabas; muéstrate servicial con aquellos a quienes solías envidiar. Imita a los buenos, o al menos alégrate con ellos en su virtud; en lugar de impedirles el paso, únete a ellos con el vínculo de la fraternidad. Porque solamente se te perdonan los pecados cuando tú has perdonado a los demás, y luego Dios te recibirá en paz.
“Si quieres que tus pensamientos y obras sean dirigidos desde lo alto, has de considerar las cosas que son divinas y rectas. Piensa en el paraíso, al que Caín no puede entrar porque mató a su hermano por envidia; piensa en el ámbito celestial, al que Dios admite sólo a quienes tienen el corazón y la mente claramente definidos. Considera que sólo los que abogan por la paz pueden llamarse hijos de Dios; y que estamos bajo los ojos de Dios, siguiendo adelante con la vida y la conversación con Dios mismo, que todo lo observa y lo juzga. Y si ahora deleitamos a Quien nos ve por nuestras acciones, y deseamos siempre agradarle, nos mostramos dignos de su favor y al final lo contemplaremos en toda su gloria.”
“Señor, dame fuerzas para quitar todo rencor y mala intención de mi corazón. Quebranta la dureza de mi ser por el fruto de tu cruz, para que yo no desee otra cosa que complacerte a ti en lo que diga y haga por mis hermanos.”
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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